Mi abuelo me contaba...

Tinieblas de callejuela.
Varias sombras se deslizan.
De pronto, caen sobre otra
que no se arredra
y una farola lejana,
un brillo a su espada arranca.

En notoria desventaja,
su acero entrechoca y para,
defendiendose de unos rufianes,
que en su mayoría basan
la cobardía de su ataque.

Al ruido, se ha incorporado
otra sombra, que ya iguala
-digo mal-
¡supera a aquellos infames!
en brío, en temeridad y audacia.

Tras varios certeros tajos
tres, que aún viven van de huida
y la persona atacada
a su salvador le habla:
-Pardiez, que os debo la vida.
-Señor, no me debeis nada.
-Yo, soy siempre agradecido. Quiero,
que bien temprano mañana
os paseis por el Alcázar.
Y quitándose un anillo,
continuó las palabras:
-No lo olvideis, bien temprano
presentaos a la guardia.
Cuando mostreis este sello,
os será la puerta franca.
Yo, ya por hoy me retiro
repitiéndoos mis gracias...

Y sin casi tiempo a verlo
unas piedras que giraron,
alojaron a la sombra en la muralla.

La noche, pasó y al alba,
con el arreglo modesto
de un viejo soldado pobre;
-poco más que aseo con agua-
con mas temor que esperanza,
caminando bien erguido,
se llegó hasta la guardia.

En cuanto mostró el anillo
fue conducido a una sala
con un dosel sobre un trono
en el que el Rey, sonriendo aguarda...
-Acercaos- oye que le mandan
y una vez en su presencia,
con la rodilla doblada,
ve como se levanta el Rey,
que alzándole,
muy efusivo le abraza.
Mientras, dice a los reunidos:
-debo mi vida a esa espada,
que empuñada por su brazo,
anoche me defendiera
sin conocerme de nada...

Continuando al instante:
-¿Cómo queréis que agradezca
vuestra valentía, soldado?
Porque sin duda,
sois soldado de mis Tercios...
Y una alta recompensa
que pìdiérais, sería baja.
No dudaría en ofrecerla
a una tan valiente espada.
-Señor, fui soldado
y ese honor, es toda mi
pertenencia,
pero no soy ambicioso
aunque pida, recompensa alta.
-Pedid, pedid, que el Rey nunca
ha faltado a su palabra.
-Señor, si me atreviera...
-¡Basta, decid qué quereis!
¿un condado?¿un castillo?
¿deseais las Alcábalas?
-Majestad, yo pediría,
tener vuestra confianza...

La Corte, quedó en suspenso.
El Rey, no encuentra palabras
y pidiéndole la espada,
dice lleno de emoción:
-Ved si os tengo confianza,
que desde ahora, portareis al cinto
la que hasta hoy fue mi espada
y yo cuidaré con mimo
la vuestra que será enjoyada.
Y que el escribano anote
que otrosí, digo se haga
que desde hoy si no fuerais,
sereis noble y podreis portar
un escudo con palabras,
en que se glose la gesta
rodeando un brazo armado.
Y además que sepan todos
que el Rey desde hoy os llama
Conde de Real Confianza...

Y aquél día,
fue de fiesta en el Alcázar.

Mi abuelo, a mí me contaba
estas consejas antiguas
y aunque nada lo indicara
yo con mis ojos de niño
-entre emocionadas lágrimas-
miraba con orgullo
y con respeto infinito,
hacia aquél clavo tan alto
en la vieja chimenea ,
donde siempre había yo visto
aquella espada oxidada...

Luego, pasaron los años
y cuando me hice mayor,
-como tantas ilusiones que se fueron-
comprendí que aquella espada,
no era la espada de un Rey.
Tan solo una toledana,
que estuviera en cien batallas
y el hidalgo que la usara,
cuando ya viejo y cansado,
olvidado, pobre y solo,
para sentir compañía al mirarla,
la colgara allí y el recuerdo
de otros tiempos, de sus hechos,
-quizá de honores y lances-
se le hicieran mas presentes
cuando los huesos dolieran...

Y en esos silencios largos
de los viejos que han vivido
mirar sin verla hora tras hora...

Que aquella herrumbrosa espada
sin ser la espada de un Rey,
ni testigo de un Condado,
estaba plena de honor,
-y aquello si que era cierto-
era un testigo cercano
de aquel valor quizá añejo
del que siempre
hiciera gala mi abuelo...


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2 comentarios:

Madeja de Palabras dijo...

Me ha gustado mucho esta historia. El romance de un romance, la historia de la historia, lo épico y lo humilde fundidos como hacían los juglares.
Es muy interesante esta historia.

M. D. dijo...

Bonita historia, me ha traído a la memoria otras parecidas que me contaba también mi abuelo, de eso hace ya muchos años pero, que nostalgia siento de aquellos charlas que nos unian tanto,a veces... eran diálogos sin palabras.

Gracias Jaclo por compartir estos escritos que llegan tanto.

M. D.