Se escapan las flores...


El jazmín, desborda la tapia
del universo íntimo,
porque a pesar de su belleza,
se le ha quedado chico...

¿Cómo será la persona
que lo riega, todas las tardes
con cariño?

¿Será esclava? ¿Será princesa,
la que vuelca los cazos de agua
en el jardín mínimo?

Al contemplar las flores
y recibir su aroma,
pienso siempre en las manos
encargadas de su cuido...

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El enorme magnolio.


El enorme magnolio
con sus flores blancas,
no tiene la culpa
de que lo plantaran
en el jardín reducido
donde estorban sus largas ramas.

Y cuando florece,
parece que quisiera pedir disculpas
ajenas, porque él se da cuenta,
de que allí no cabe,
viendo que no tiene remedio
la inconsciencia humana...

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Un adiós.

Hoy, envío adioses
a los candados del Puente de Triana.

Recientemente, considerándolos
la Municipalidad, de dudoso gusto,
mandó eliminarlos...

Aunque los quiten y algunos corazones
se entristezcan, sólo eran un símbolo
y el amor, nunca necesitó de ellos...

Quizá sea mejor para su subsistencia
pensar que lo que lo representaban,
para romperse, tuvo que ser por la fuerza...

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Llegó el otoño...

Un año más, nos llega el otoño.
Por una parte parece como si hubiera
tardado mucho en regresar
y sin embargo, puntual como siempre,
ha sido capaz de desmontar poco a poco,
con mucho trabajo
-y aparentando no poder hacerlo-
al desquiciado verano de este año...

¿Cambio climático? ¡Qué vá!
ensoñaciones de unos asustados
y mal informados llenos de prejuicios...

¿Que hay medusas donde nos las había?
No tiene nada que ver con que
la temperatura del mar se ha elevado...
¿Qué hay enormes descargas de lluvia
en cortos espacios de tiempo?
Nada indica que no sea por causas naturales...
¿Qué suceden fenómenos inusuales
como remolinos o trombas de aire?
Nada, eso indica la regeneración de
las capas superiores de la atmósfera
y solo los aprensivos se preocupan...
Vaya, que es "normal" que caigan granizos
de enorme diámetro...
-Pues mire Vd, sí lo es, porque normal
además de habitual, -que en este caso no lo es-
también significa perpendicular
y ¡vaya si caían a plomada sobre la tierra...!

Bienvenido sea el otoño y sus frutos,
aunque la uva sobre la que cayó
el granizo, no dará vino,
ni el algodón que se mojó,
valdrá gran cosa...
pero el descenso de la temperatura,
si, es acogido con alegría...

Y volveremos a pisar las hojas muertas
que crujirán bajo nuestros pasos,
mientras creemos oir sus quejas
al caer sobre el suelo...

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Torre-Alminar.


Al mirar la torre de la Iglesia de san Miguel en Córdoba, la primera impresión de lo que ves, es la que te produciría un alminar o minarete. Luego observas que es de piedra y que en la parte superior lleva campanas, además de otras connotaciones cristianas y aunque estás seguro entonces de lo que representa, no olvidas la primera imagen.
La iglesia a la que pertenece es de las llamadas Fernandinas y reune una gran belleza, pero centrándonos en la torre, se atribuye su construcción al alarife, (antigua denominación de los arquitectos), Gonzalo Rodríguez en el siglo XV. Tiene forma poligonal de ocho lados que pasa a cuadrada. Da la impresión de una torre fortificada, a pesar de los adornos en su parte superior. Puede contemplarse en ella, el escudo del Obispo don Iñigo de Manrique, que fue quien la mandó edificar en el año 1496, sobre el antiguo alminar existente, siendo la parte superior dedicada a las campanas, del siglo XIX. Don Iñigo, era ya Obispo de León, cuando llegó a la Sede de Córdoba nombrado para ella por el Papa Inocencio VIII, siendo notables "las Constituciones" que redactó sobre el Obispado. También en la torre, pueden verse unas alegorías sobre la Paciencia y la Obediencia.
Es una esbelta torre, que fue declarada no hace muchos años, "Bien Cultural" por la Junta de Andalucía.
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Cuando. (segunda parte)

Cuando me llegaba tu respuesta
saltando atropelladamente con ansia
en los renglones
las frases que escribías,
con aquella letra ordenada,
picuda y esbelta,
te imaginaba también
al pensar en mí, midiendo tus ideas,
que siempre juzgaba escuetas,
formando al dejar la tinta en el papel,
entre signos diferentes, curvas y rectas
para que después yo,
al interpretar tus letras
pudiera alimentarme por unos días,
hasta que me llegara de tí
otra carta nueva...

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Cuando...

Cuando al principio
no eras más que un destello
en la noche.
Cuando te escribía un verso,
imaginaba tu cara al leerlo
y casi viendo tus facciones
según el sonido de las sílabas,
casi siempre cambiaba alguno...
Y después, la espera en el tiempo,
porque entonces no había ordenadores,
no podía disponer de teléfono
y la única comunicación contigo,
era confiar mi carta al correo...

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Nunca...

Nunca me gustaron los axiomas.
He sido y soy, persona de hipótesis,
porque éstas pueden conducir
a las tesis más variadas,
dentro de teorías distintas
o incluso opuestas.

Además, está la posterior y suprema
gloria de la sonrisa triunfante
de un final con trompetas Wagnerianas
al llegar a la estructurada demostración...

Pero...¿Y si la base de la que se parte
es tan endeble y famélica
que no sirve para un ínfimo apoyo?

¡Ah! Entonces, careciendo de un fulcro
suficiente -por pequeño que sea-
sólo podrás basarte
en la imaginación y ésta...
¡Ya se sabe!..No tiene medida,
carece de límites y por ello
tiende a desbordarse...

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Una baranda del puente.


La baranda del puente
de Triana,
está llena de candados, colocados,
bien cerrados y con la llave arrojada
al río...

Se me vino a la memoria,
que el amor no necesita símbolos
y que cuando se recurre a éstos,
el amor se escapa por la ventana...

¡Ay los candados en la mañana!
¡Ay de las llaves tiradas con ilusión!
pero como dijo Becquer:
"Cuando el amor se olvida,
sabes tú a donde vá?"

Porque entonces, habría que ir
a buscar otra llave que lo abriera,
ya que un cerrajero no tendría poesía
¡Y no digamos si lo que se deja por todo recuerdo
es el candado abandonado que ya nada
significa, en el Puente de Triana...

¡Ay del candado abandonado,
que ya nada significa en el Puente de Triana!
Ilusión de un día que se fué como el humo
se disuelve en el aire,
quedando tran sólo un leve aroma
de lo que lo produjo...
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Una torre.


Ladrillo labrado en lobulados arcos,
azulejos, campanas, forman el conjunto
de la torre en la iglesia de san Pedro,
que quiere dar réplica
a su hermana mayor; la Giralda.

Su planta es cuadrada y más arriba
de los sonoros bronces,
su planta se vuelve ochavada,
abriendo al aire, huecos para que circule
y pase a su través con diligencia.

Más arriba aún,
por encima de unas airosas copas
de cerámica, se vuelve prisma de seis caras,
sobre las que se refleja el sol
o discurre prestamente,
cuando llueve, el agua.

Y cerrando el conjunto arquitectónico,
una inquieta veleta
que a setenta metros del suelo,
girando incansable, día a día,
muestra los rumbos de los aires que la mueven
y como contrapunto a su constante mudanza,
sobre ella, la silueta de la cruz, quieta
como cuando la pusieron, firme y estática...

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Aquella fotografía...

Aquella fotografía
ennmarcada desde antiguo,
con sus tonos desvaídos en
sepia añoso y lejano,
mostraba una juventud ya ida
vestida en tonos oscuros,
con una seriedad terrible
en caras no envejecidas...

Era testimonio fiel
y como un pase de lista
al que nadie respondiera, más que
en un murmullo sin sonido:
Este no está, ese tampoco,
aquél si no estuviera, quizá estuviera mejor...
Y sin embargo, todos estarán allí,
presentes a la memoria que olvida
fijados para siempre, esperando un después
que llegó y ya es ahora...

Por ello, algunos días de otoño,
melancólicos, sin sol, en los que los recuerdos
afloran y duelen más que en otros días,
trato de eludir el sobresalto
que me produce mirar
aquella fotografía...

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Recuerdo.

Con frecuencia, paseo temprano
en la mañana por la playa.

Recuerdo nitidamente aquella mañana.
Era miércoles y el tímido sol
de noviembre, templaba el ambiente.

La mar, tranquila, sin viento,
dejaba llegar las pequeñas olas
a la rompiente donde yo estaba,
mirando sin ver apenas el horizonte...

Y la ví llegar con suavidad, deslizándose
sin ruido, dominando la superficie verde
en la que nadaba casi sin moverse...

Temí por ella y le rogué
que se desplazara un poco a la derecha
donde la playa era de arena fina
y no tenía rompiente.

Al momento, una ola un poco más fuerte,
la dejó varada en la playa.
No necesitó hablarme, la miré
y vestido como estaba, la tomé en mis brazos
quedándola donde había agua más profunda...

Me dijo adiós timidamente
y yo, ya nunca pude olvidar a la sirena
que se quedó varada una mañana en la playa
por querer verme...
Y vuelvo un día y otro y al siguiente
y ya no miro al horizonte distraidamente...

Y a veces pienso con tristeza,
si no sería solo una ilusión la mía,
en vez de sentir a la sirena, una vez
en mis brazos, confiadamente....
Y vuelvo y vuelvo a sentarme en las rocas,
pero ella si fue verdad, no vuelve...

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Estática y dinámica.


La monumental portada en piedra caliza,
con sus talladas figuras,
sus múltiples motivos geométricos,
y sus volutas y grecas que
persisten en los siglos,
incluso el color que presentan,
resultado de aires, soles, lluvias y tiempo,
nos ofrece el perfil de su bella estética...
pero es estática.

Sin embargo, casi en su cima,
bajo la pequeña campana,
-que porque no tañe nunca-
sigue siendo estática, allí mismo,
hay una forma aparentemente anárquica
que verde por la clorofila que la mantiene viva,
día a día en su forma cambiante,
nos dice que ella sí es dinámica...

Y aunque su vida sea efímera,
-por supuesto que la caliza durará mucho más-
parece decirle mientras la cubre:
-Te lucirás mucho más tiempo que yo,
pero nunca tu forma será cambiante...
Contestándole la piedra:
-Si no te arrancan, durarás lo que tarde
en llegar el invierno, así que...adiós.
A lo que replicará la planta:
-pero habré sabido lo que es la vida.
Y ante esto, la labrada piedra, se calló.


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El chirrido del contraste.


A veces, nos empeñamos
en un contrasentido manifiesto,
darle un aire moderno
a lo vetusto y entonces
se oye chirriar al tiempo...

En este techo venerable,
con unas vigas de pino de Flandes
que son casi una reliquia,
ha situado la incultura,
unas extrañas lámparas fluorescentes.

Creaban, ciertamente un espacio
muy bien iluminado
las burbujas de cristal,
rellenas de un gas llamado noble que
sin embargo oscurecían
la nobleza de la madera añosa...

Y allí, ahora, se oye chirriar el tiempo,
con ese sonido de queja
que tiene el debil ante el poderoso.
Conocía su impotencia
y casi se resignaba a lo irremediable...
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Momento.


El sol se refleja en el río.
El viento levanta ondulaciones
brillantes como peces de plata
y el agua, impulsada por la pleamar,
parece que se empeña en caminar
hacia atrás...

Mi vista sigue una estela,
algo difusa por la distancia ya,
de un barco que la va formando
y que ahora, ya está más allá..

Querría encontrar aguas verdes,
aguas saladas,
brisas del mar chocando en mi cara,
pero aquí me encuentro; anclado,
limitándome a soñar...

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Tolerancia.


Junto al monumento "a la Tolerancia" de Eduardo Chillida, situado en la margen izquierda del Guadalquivir, hay una placa con unas frases de Elie Wiesel. Pero ¿Quién es Elie Wiesel?

Se podría decir que es un Premio Nóbel del año 1986, pero ¿qué más sabemos de Elie Wiesel y por qué escribe junto al monumento a la Tolerancia?

Elie Wiesel, nació en 1928 en Alemania y en 1944, simplemente por el hecho de ser judío, a sus 16 años fue conducido a los campos de exterminio en los que murieron todos sus familiares. Él tuvo más suerte y posteriormente, cuando aquel horror terminó, pudo estudiar en la Sorbona de París. Después, trabajó en Francia e Israel, trasladándose a Estados Unidos posteriormente. Es Autor de tres novelas, que relatan la tragedia que vivió. Sus nombres: "la Noche", "el Alba" y "el Día". La más famosa de ellas; la primera, que ha dado nombre a las trés, como "la trilogía de la Noche", publicada en castellano. ¿Quién mejor que él, puede hablar de tolerancia?
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Cartel evocador.


En la pared de un bar de no sé donde
y anunciando por unos Euros, no recuerdo qué,
observé un cartel enmarcado
con casi setenta años desde que se imprimió...

Un poco kicht, hay que reconocerlo, pero
¿donde estará quien lo pintó?
¿Dónde las modelos que sirvieron
para su rerpresentación?

Una ella, vestido de negro, con rosario y mantilla,
llena de devoción y justo al lado,
esperando el relevo, los faralaes,
de otra ella, con la cabeza en la feria y su diversión...

Dualidad del ser humano;
dias de penitencia, ayuno, mortificación,
que después vendrá la feria,
con sus casetas, su manzanilla, su baile,
sus tiovivos y sus besos robados o consentidos
entre dos sevillanas, entre airosos volantes
y sonrisas que prometen paraisos en la imaginación...

¡Ay, donde estarán todos aquellos
que participaron como si no vinieran otros
que volverían a los mismos lugares
años después en una igual o parecida ocasión...!

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Belleza.


A veces, es indescriptible la belleza.
Se muestra sencillamente,
no tiene explicación posible.

Una vidrieras que enseñan, enmarcadas
por puertas que tienen siglos,
sin que se haya desvanecido
el policromado de sus colores,
ni el brillo en los geométricos azulejos...

Elegante parteluz, con su capitel pequeño.
Y yeserias que te enseñan caracteres...
Inscripciones que te hablan sugerentes
y por si no es bastante, la promesa
de mil verdes, del jardín que se adivina
soleado y lujuriante; con macetas,
con enormes árboles, con macizos espesos
de jazmines que llenan de perfume el aire.
Y surtidores de agua que suenan
al caer en los estanques, donde nadan peces
y en cuya superficie se deslizan patos silvestres.
Y en ese conjunto de magia, la imaginación se pierde...
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Al-Mutamid.


No es la primera vez que escribo unas lineas sobre el Rey-Poeta de la Taifa sevillana. Dentro de unos días, (concretamente el próximo día 7), se complirán 918 años de la salida para el destierro de este rey, que dijo preferir "ser camellero del rey de Marruecos a feudatario del de Castilla". No suponía evidentemente que las circunstancias cuando Abu Baker Ibn Amar, su antiguo preceptor en Silves y luego Visir, logró pactar la primera vez con Alfonso VI de Castilla, que pasando el tiempo, aquél le traicionaría y él lo mataraía por su propia mano. Tampoco que sus aliados los Almorávides, con Yusuf ben Tafschin le destronarían, enviándolo a Marruecos en la más penosa esclavitud y pobreza. Eran todavía días de esplendor y cultura, rodeado de poetas como Ibn Hazm (autor de "el collar de la paloma"), sobre el amor Udrí y sabios en la Corte, que vivía tiempos de paz y placeres. Días que no habrían sido en la época de su padre y antecesor Almutadid, a pesar de que éste también contaba con la presencia del excelso poeta y estadista cordobés Ibn Zaydun.
Al Mutamid, esposo de Rumaykiya -también poetisa- a pesar de su humilde origen (era esclava de un alfar), de la que se prendó un día paseando por el Guadalquivir, en que junto a Ibn Amar, hablaban de unos versos que no terminaban y Rumaikiya lo hizo. A partir de ahí, el rey la desposó, llamándola Itimad y "la Señora", pasando a la leyenda por la fidelidad que demostró a su príncipe en la desgracia.
Al Mutamid, en su grandeza, escribió numerosos versos, con claves para entenderse en los que comparaba a la mujer con astros celestes además de otros en los que ensalza el vino y los placeres, a pesar de la prohibición coránica de beber alcohol. En su desgracia, escribió también haciendo volar su imaginación a sus días de gloria y a sus encantados palacios de Sevilla, entre los que se encuentra el Alcázar.
En su gloria, escribía:
"Apareció exhalando aromas de sándalo,
al doblar la cintura por el esbelto talle.
¡Cuántas veces me sirvió aquella oscura noche,
en el agua cristalizada, rosas líquidas!"

En su destierro de Agmat:
"Hoy soy rehén de la pobreza,
apresado con las alas rotas"

Este Rey-Poeta, que vivió y dejó escritos versos que siglos después siguen pareciendo nuevos, porque describen pasiones humanas, tiene una tumba en Agmat, no lejos de Marrakech en la que reposa desde el año 1095. Había nacido en el 1040. Tenía pues, 45 años cuando murió, desterrado, triste y evocando a Sevilla, aunque acompañado de su fiel Itimad.
En los jardines del Alcázar, de ese Alcázar en el que vivió días de felicidad, se encuentra esa columna que conmemora la fecha de su forzada marcha y el recuerdo de su vida legendaria.
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La visita.

Una tarde, impulsado por que aún
no había olvido,
fui a visitar en su residencia
a mi viejo profesor.

Hacía meses que no lo veía
y el impacto al tenerle próximo,
fue demoledor.

Estaba ¿cómo lo diría sin
ofender su inteligencia clara,
su porte de otros días
y su alzheimer conocido a ratos?
Simplemente, vegetaba en un rincón.

Su mirada perdida,
sus vivencias ya no existían
y cuando me vió, aunque su sonrisa
era parecida a la de siempre...
Se que no me conoció.

Recordé otros días de hace mucho tiempo
y sintiéndome triste, no aportando nada
que le sirviera, me marché en silencio,
para que el recuerdo de esa tarde
no se impusiera al que de otros días
guardaba de él en mi corazón...

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