La palmera y la muralla.

En la quietud de un rincón
del jardín solitario,
la palmera y la muralla,
dialogan:

-Te he visto desde siempre;
fuerte, sólida, inamovible,
casi eterna...
-Yo, tuve la alegría de verte nacer
una mañana de sol,
de un dátil que cayó
de otra palmera
que ya no está junto a tí
y día a día, año tras año,
he visto también como me ibas ganando
en altura y grácil belleza...
-Para mí, siempre fuiste el abrigo
en que se estrella el viento
que a veces me hace cimbrear
en demasía con su violencia...
-Lo fui, pero ahora,
tú eres mucho más esbelta
y tu corona de palmas y dátiles
adorma mi cumbrera,
dando contraste con su verde y amarillo
al grís de mis piedras...
-Mientras podamos,
sigamos juntas, muralla...
-Mientras podamos,
sigamos juntas, palmera...

Y así se consolaron mutuamente
en el jardín abandonado,
las dos soledades ciertas,
de la desmochada muralla
y de la poco grácil palmera...

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Quisiera...


Quisiera saber guardar
en la mente todo lo que veo,
desde mi visión limitada
a un ángulo del círculo...
Y aquí, siguiendo hacia el mar
el curso del Río, admiramos:
Cúpulas, tejados, murallas,
torres, atarazanas, fortalezas,
palacios y alcázares,
verde de jardines y árboles,
monumentos, piedras, luz
y recónditos lugares,
que desde lo alto resultan
aún más breves
y nos hace sentirnos felices
al poder contemplar,
aunque sea por un momento
-irrepetible y único en sus coordenadas
de luz, hora y tiempo-
tanta belleza agrupada...

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Romancillo de la calle estrecha.


En la calle estrecha;
no corren los niños,
ni caben los coches,
ni pasan las bicicletas.

Están muy próximas
las paredes enfrentadas
de ambas aceras,
porque éstas ni existen,
se pierden en la breve calzada
donde no entra en sol
mas que en el breve tiempo
que el mediodía cuenta...

Y precisamente por ello...
¡Qué frescor delicioso
en verano
al pasar por la calle estrecha...!
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Giran las campanas...


He mirado a las campanas
de la preciosa torre,
abstraido por su repique
y he pensado que en la fotografía
puede escucharse el sonido...

Sí. Se escucha el sonido
porque basta mirarlas,
para darse cuenta que las campanas
están en movimiento...

Cuando reposan, no suenan.
Están todas en la misma postura,
con sus badajos paralelos.
Ahora, tienen vida.
Parecen en su forma, anárquicas...

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Vibraciones.


Ante la panorámica única y excepcionalmente bella que la imagen nos ofrece, la imaginación se derborda y su contemplación, acaba desordenando cualquier pensamiento y logrando que se entrechoquen nombres de lugares, de personajes, fechas, colores y hasta sonidos muy diversos, porque al fin y al cabo, todo es vibración, desde una nota musical al tono de un verde de árbol o el azul del cielo que no es tal...
Podemos desde esta privilegiada atalaya de san Cristobal en el Albayzin de Granada, admirar la Torre de la Vela, atarazana de las fortificaciones de la Alhambra, en la que una campana, hasta hace poco señalaba los turnos de riego en la feraz Vega granadina. Desplazando la mirada hacia la izquierda, veremos; diversas torres, la mole del Palacio del César Carlos, que por circunstancia no conocida recibe solo en Granada el apelativo de V, cuando en el resto de España, se le aplica el de I, ya que lo que quinto, lo era de Alemania, pero en España era el primero de ese nombre. Más a la izquierda, nos imaginamos los patios encantados, dentro de las torres de Comares, de Embajadores, del Partal, de los Leones, de Daraxa...El Peinador de la Reina y el recuerdo a Irving, las Torres de las Cautivas y sus jardines...
Más hacia la izquierda, el Generalife y sus surtidores sonoros rodeados de rosales y cipreses, mirtos y arrayanes y más lejano aún, los pìcos de Muley Hacén o Mulhacén y Veleta en Sierra Nevada y al llegar aquí, nos acordamos de Zoraya (lucero de la mañana), antes llamada Isabel de Solís, esposa de Muley Hacén, en pugna con Aixá (la Horra), también esposa de aquel y madre de Boabdil, cuyas diferencias, marcaron una época que favoreció la debilidad del Reino de Granada ante los castellanos de Fernando e Isabel.
Y surgen más nombres sonoros y vibrantes: Gomeles, Zegríes, Abencerrajes, El Zagal, Ibn Tibón, Nagrela, Pérez del Pulgar, Fernández de Córdoba y tantos y tantos otros como vivieron allí en un tiempo y espacio ya idos.
Y delante, vemos Cármenes con cipreses verticalizando el paisaje, que baja desde el Albayzin a encontrarse con la pendiente de la Colina Roja, (Al-jambrá) y en la unión de las dos, no vemos pero casi podemos oir el tranquilo discurrir del Darro que trae las aguas frías de la Sierra.
Volvemos a la Torre de la Vela. Al fondo pueden verse unas elevaciones que corresponden a un lugar del camino por el que marchó al exilio el último rey Nazarí. Su nombre es bastante descriptivo: El Suspiro del Moro. ¿Quién no suspiraría de pena, al abandonar aquél paraíso?
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Detrás de...


El bello chorro de agua,
no existiría sin la gravedad.
¿Quién, al verlo,
piensa en tamaña cosa?
Supongo que casi nadie.

Suele pasar, casi siempre
que absortos en el momento;
en la acción, en la belleza,
en una palabra:
en el instante de lo externo,
desconocemos su por qué...

Y el chorro de agua,
puede acabarse,
la belleza plástica, con él se irá,
pero el por qué de la cosa
aunque no pensemos en ello,
estará...

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Poema breve.

Iba en el autobús
indiferente.
Sonó tu móvil
y me fijé en tí.
Sonreiste y al tiempo
bajaste los párpados.
A esa cortina, debo la vida
porque la mirada
de tus ojos negros,
mata sin remedio...
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Sic transit gloria mundi...


Esta mañana, he pasado por un lugar mínimo en cuanto a su realidad -y más ahora- y grande en su recuerdo. Lo cita Gustavo Adolfo Becquer, uno de los poetas naturales de Sevilla, más característicos del Romanticismo. El lugar; La venta de los gatos.
Hablar en la actualidad de uno de los hermanos Becquer, es como remover un pasado y unas maneras de hacer, hablar, representar, etc, en una España totalmente diferente. Con unas costumbres distintas y unos valores bastante diferenciados a los exaltados y vividos por el poeta.
Sin embargo, hay lugares que son base de un escrito, un poema, una cita y ya han trascendido de su realidad. Uno de éstos, es el que a Gustavo Adolfo Becquer sirvió para situar uno de sus escritos en prosa. Se titulaba: "la venta de los gatos". Lo escribió nuestro poeta en "el Contemporáneo" a finales de noviembre de 1862 y describía la venta de esta manera:
" Figuraos una casita blanca como el campo de la nieve, con su cubierta de tejas rojizas las unas, verdinegras las otras, y entre las cuales crecen un sin fin de jaramagos y matas de reseda..."
Actualmente, la antigua Venta de los Gatos, presenta el aspecto de la fotografía y hasta la lápida que se observa en el centro, ha sido inmisericordemente pintada, como si tapando la inscripción que hablaba del lugar y del famoso poeta, pudiera borrarse un recuerdo que al parecer molesta.
Gustavo Adolfo, había nacido en Sevilla el 17 de febrero de 1836, muriendo en Madrid el 22 de diciembre de 1870. Se da la circunstancia, que aquel día, hubo en España un eclipse total de sol. Una vez más, parece que habla de realidad actual la antiquísima frase latina...

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La princesa Wallada.


Trancurre el turbulento siglo XI y en la Córdoba musulmana, corren vientos de sublevaciones, luchas, alianzas y un sin fín de desórdenes trás la muerte de Almanzor. Desde el año 1024 al 1025, es Califa, Muhamad III al Mustafki, de pocos merecimientos, pero padre de una joven de gran belleza -unos dicen, que rubia de tez clara y ojos azules, cosa no extraña entre los Omeya, otros que de pelo rojizo y rasgos parecidos a su madre, esclava cristiana, favorita de Muhamad- que además de recibir como princesa una esmerada educación, tiene unos dones naturales para la poesía, que la hacen muy famosa y conocida en la Corte. Unido a esto, su desenvoltura -vestía lujosamente y no usaba velo- y facilidad para versificar, la hicieron muy conocida y celebrada. Abre en su palacio, un salón al que acuden cuantas personas pueden considerarse cultas o refinadas en Al Ándalus. La tradición la pinta como muy altiva y que al uso de las mujeres elegantes, llevaba bordados en su túnica, versos, alusivos a su orgullo. Hay otros escritos que en lugar de ello, dicen que los llevaba tatuados en sus hombros.

Ejemplo de sus poemas es:

"Cuando caiga la tarde
espera mi visita
pues veo que la noche es
quien mejor encubre los secretos;
siento un amor por tí
que si los astros lo sintieran
no brillaría el sol,
ni la luna saldría y las estrellas
no emprenderían su viaje nocturno"

Forma pareja enamorada con el mayor poeta musulmán de Al-Ándalus: Ibn Zaydun, relación que se mantiene un tiempo en secreto, por ser ella una Omeya y él, simpatizante de los Djahvárida. Ocurre que Ibn Zaydun, se enamora de una esclava negra o quizá de un esclavo y Wallada, no se lo perdonará nunca, aunque aquél, trate por todos los medios de que lo haga.

Un poema de Wallada sobre este tema dice así:

"Sabes que soy la luna de los cielos
mas para mi desgracia
has preferido a un oscuro planeta" .

A partir de esta ruptura, tratará de hacer la vida dificil a Ibn Zaydun, logrando incluso que lo encarcelen, pero al poco, éste logrará le conmuten el encierro por un exilio y marchará a Sevilla a la corte de Al-Mutadid y acabará sus días ya en tiempos de Al-Mutamid, rico, famoso y con poder. Circularán también otros versos más caústicos hacia Ibn Zaydun, en los que Wallada le llamará "exágono", enumerando los seis defectos que le encuentra.

Wallada bin al Mustafki, aunque nunca se casó, logra la protección del Vazyr Abu Amin Ahmad Abdus, en cuyo palacio y con cuya amistad contará mientras viva. Curiosamente, muere el día 26 de marzo de 1091, día en que los Almorávides entran en la ciudad de Córdoba.

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Ver de una manera.


El enorme rosetón de piedra, lo podemos observar de diferentes maneras. Si nos atenemos estrictamente a su belleza, podremos admirarlo y quizá pensar, que proporcionará en las horas en que el sol incida sobre él, una iluminación extraordinaria al interior del templo en que el Maestro Constructor lo acopló, pero independientemente de ello, cabría preguntarse algunos por qués.

Desde fuera no se aprecia que la luz al pasar por unas vidrieras interiores, se tamiza, pero si se advierten determinadas características, en modo alguno fijadas por el azar.

Si partimos de su forma, es un círculo, que ya tiene su significado en el que podemos observar otros trés, que sirven al conjunto para darle unidad. Entonces, podemos pensar en una alusión muy concreta a la unidad del trés. Fundamental en el llamado Misterio de la Santísima Trinidad, pero si seguimos observando el rosetón, vemos que se inicia en el centro una cruz lobulada, delimitada por el primer círculo citado, del que parten doce brazos que pueden tener numerosos significados, entre ellos la representación de los doce Apóstoles. Un círculo más y el doce se convierte en veinticuatro, pudiendo significar la progresión infinita.

Curiosamente, en todos los números representados, está comprendido el dos (dualidad del cuerpo y alma), que más curiosamente aún, es el único número cuyo doble es igual a su cuadrado, lo que puede significar que por más cambios que se deseen introducir con operaciones diversas temporales, habrá siempre una parte de él, que no sufrirá mutación, aunque otra (el cuerpo, si). También el mágico 3. Así el 12, será el 2 multiplicado por el 3 y una vez más por el 2 y el 24, el 3, multiplicado por el 2 trés veces.

Habría quizá que preguntar a las palomas posadas en alguno de los radios, por supuesto en el idioma universal de la música de las esferas, si están allí, porque sienten la vibración de aquellas proporciones armónicamente dispuestas, que transmiten paz.
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Paseando por Córdoba.


Ante los azulejos en memoria de D.Miguel de Cervantes reproducidos en la fotografía, en un día agradable de otoño, la luz y el aire de Córdoba, siempre amables con el visitante, se me hicieron especialmente evocadores. Pensé no sólo en el escritor y complejo ser humano al que se dedicaba el recuerdo, sino en la cantidad de personas importantes que habían podido disfrutar de sensaciones muy similares a las que experimentaba yo en aquel momento.

En unos instantes, desfilaron ante mí; filósofos como Séneca, su sobrino Lucano, Ibn Hazm -que además fue poeta, historiador y teólogo, autor de "el collar de la paloma", la poetisa Wallada, el considerado mayor poeta de Al-Ándalus: Ibn Zaydun, Averroes, Juan de Mena, el Inca Garcilaso, Juan Rufo, que también fue militar, Luis de Góngora, el Duque de Rivas o Juan Valera.

También Médicos como Abulcasís o Maimónides. Músicos como; Zyriab o el contemporáneo Rafael Orozco; pintores como el mencionado Duque de Rivas o Julio Romero de Torres. Escultores como; Hernán Ruiz -también arquitecto- o Juan de Mesa, el genial imaginero del Barroco.

Políticos o militares, entre ellos: El primer Emir de Córdoba: Abderramán I, el primer Califa: Abderramán III, o Alhakén II. Gonzalo Fernández de Córdoba, denominado Gran Capitán, presente en la Guerra de Granada y en las de Italia, Marqués y Duque de Santángelo y de Sessa.

Toreros, como Lagartijo, "Guerrita" o "Manolete" y más recientemente "el Cordobés".

Y entre aquella pequeña multitud de personajes, que habían respirado el aire en las mismas coordenadas que yo, me sentí extrañamente arropado por ellos y solo entonces, reparé en la belleza en sí que tenían los azulejos y lo bien conservados que estaban desde que en 1917, los colocaron allí.
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Paradoja.


En el espejo del agua
se fija mi pensamiento
y al pasar deslizándose
-como ella-
hacia el mar,
contemplándolo
me quedo ensimismado
y veo la ilusión de su quietud,
que es la imagen errónea
del brillo producido por su caminar,
siendo mi inmovilidad transitoria,
paradoja al discurrir de esa masa
que parece liviana
porque discurre en paz...

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Mezcla impuesta.


Ante la puerta doble, cerrada
y pintada en verde,
veo lo primero su no alineación.

Después,los elementos en mezcla
impuesta,
que tienen que hacerse sitio unos a otros
a pesar de su divergencia.

El hueco de una cerradura antigua
del que desapareció el adorno,
está próximo a un llamador sencillo
que habrá golpeado innumerables veces
a uno de los clavos de la puerta
que sin estar para ello predestinado,
le cayó esa suerte...

Más abajo, un tirador sin gracia
le pareció útil a quien allí lo colocara
junto a un hueco protegido por un metal
para en él, introducir las cartas...

Y presumiendo en su alojamiento,
la moderna cerradura que cierra la puerta,
sin preocuparse lo más mínimo
de otra cosa que no sea que esté asegurada
cuando no está abierta...

Y los clavos, alineados originariamente
en las dos puertas,
han roto la formación y ahora,
sólo guardan la recta
en una sola de aquellas...

Más el verde brillante, el porte digno,
su grosor y a pesar de todo
una cierta belleza, me hicieron
reparar en esta puerta...

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Pequeño monumento.


Este pequeño monumento, en el que se ve a una mujer absorta leyendo un libro, es el que tras un concurso de ideas, se construyó en Sevilla a Clara Campoamor, una de las tres Diputadas en las Cortes en la II República Española, en el año 1931. Sus otras dos compañeras fueron Margarita Nelken y Victoria Kent.

A Clara Campoamor, se le debe que la mujer pudiera votar por primera vez en España, así como que se legalizara el divorcio en su tiempo.

Había nacido en Madrid, en febrero de 1888, trabajando desde muy joven con su madre como modista. Posteriormente logra aprobar unas Oposiciones a Telégrafos y después, completando el Bachiller, pasa a la Facultad de Derecho, logrando el Título en 1924.

Colabora en diversos Periódicos, como "el Sol", "La Tribuna" o "El Tiempo", actuando como letrada en algunos procesos, como en el de los inculpados por el levantamiento de Jaca en 1930.

En 1931, logra el Acta de Diputada y lucha para lograr que la mujer pueda votar. En este tema, es poco comprendida dentro de su mismo Partido, ya que atribuían a la mujer, ser facilmente influenciada por su confesor o su marido en el voto. La realidad es que tras las primeras elecciones en que la mujer puede votar, las pierde su formación política (Acción Republicana) y logicamente ella, su Acta de Diputada, lo que le hace escribir el libro: "Mi pecado mortal: el voto femenino y yo". Este libro se publica en junio de 1936, justamente un mes antes del Golpe de Estado de 1936. Marcha a Suiza, estableciéndose en Ginebra.

Desde fuera de España, donde reside, sigue su labor como letrada y escritora. Publica: "La Revolución española, vista por una republicana" en 1937, "El pensamiento vivo de Concepción Arenal" en 1939, "Sor Juana Inés de la Cruz" en 1944 y "Vida y obra de Quevedo" en 1945.

Trató de volver a España en los años cincuenta del pasado siglo XX, pero al pertenecer a la Masonería, no pudo hacerlo sin pasar por la prisión, lo que la hizo desistir del regreso. Murió en el año 1972 y sus restos reposan en el cementerio de San Sebastián.

Posteriormente, ya en la Democracia, ha recibido varios homenajes, incluyendo que un barco de la Marina Española dedicado a salvamento, lleve su nombre.


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Desde fuera.


Mirar hacia dentro,
es totalmente diferente
que mirar hacia fuera.

Y entonces, admirando
la belleza de la casa,
pienso
que aunque habitar en ella
se parezca mucho a un sueño,
queda incompleto
por no poder captarla desde fuera
como yo la veo...
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Nena de pan y chocolate.

¡Ay, nena de pan y chocolate!
No hagas caso de lo que te digo
siempre y no crezcas para que siempre
tengamos estas tardes de espera
confiada...
Que no se nos vaya esta insatisfacción
desconocida,
ni este no estar y estar a la vez
enamorado y triste...
Hasta me gusta este sin vivir porque no llegas.

¡Ay nena de pan y chocolate!
Te espero una tarde más
en la acera del colegio
y mantengo la espera simplemente
pensando si hoy vendrás con trenzas...

¡Ay nena de pan y chocolate,
cómo pasó el tiempo, sin darnos cuenta...!

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Regreso.

Te había guardado en mi recuerdo
pretérito,
como eras entonces,
como te amé y me amaste.
Después, la dilatada ausencia
y a mi regreso,
creí encontrar de nuevo
el cliché que llevaba fijado imborrable
en mi recuerdo.

Después de creerlo un instante,
apareciste junto a ella
y de golpe, al creer erroneamente,
que tu hija eras tú,
me di cuenta que el tiempo
había pasado para mí también...

Y mucho más viejo de lo que instantes antes era,
me retiré del lugar,
porque aunque me costó reconocerte,
al poco de mirarte lo logré,
pero tú en cambio, me miraste
como se mira a un desconocido
y entonces, ante aquella frialdad
que me dañaba intensamente
dejé que el cliché tanto tiempo conservado
se velara,porque ya no me pertenecía...
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Sensación.


Es curioso lo que sentí, cuando un día cualquiera al pasar por la plaza de la Santa Cruz, en el barrio sevillano del mismo nombre, leí la placa que en el siglo XIX, la Academia de Bellas Artes colocó allí, en homenaje a uno de los más célebres pintores sevillanos que han existido, autor de innumerables lienzos que como los que representan a la Inmaculada, son únicos.
El momento en que leía la lápida de referencia, correspondía a las primeras horas de la mañana y sensiblemente, en segundos, veía agrandarse la zona iluminada y empequeñecerse la que estaba en sombra. Fue una sensación sencilla, pero positiva que trato de transmitir y que puede observarse al mirar el ángulo superior derecho de la lápida, en que parece que a pesar de estar parado el momento en la fotografía, va a ocurrir. Algo así como lo que se cuenta del imaginero Martínez Montañés al terminar una talla de Cristo, sabiendo que había logrado plasmar en ella toda su habilidad, satisfecho de su obra, es tradición que dirigiéndose a Él, le dijo: "Anda".
Y es que a veces, la imaginación da vida a la materia inerte, que para algunos, sí la tiene.

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2 de noviembre.


Halloween(s) de importanción aparte, cuando llega esta fecha, una parte de los habitantes de este pais nuestro, -posiblemente los de una edad más que media- nos acordamos de la figura de don Juan Tenorio y de sus connotaciones con el día de difuntos. Sobre don Juan Tenorio, se han escrito diversas versiones, realizado numerosas películas, así como ensayos hasta por reputados psiquiatras, tratando de explicar un algo inexplicable, porque querer entender un hacer determinado bajo luces distintas de costumbres, manera de entender las creencias así como la forma de desenvolverse la sociedad, está totalmente falto de realidad.

A don Juan, hay que tomarlo como personaje que en una época determinada, existía y que convivía con una forma de ver el honor y los privilegios de casta, unidos a otras maneras de enfocar la vida. Es una época en la que conviven los hidalgos pobres como el retratado en "el Lazarillo" con los altaneros soldados de los tercios, acostumbrados a ser los que imponían la ley a media Europa, retratada en Breda que habían sido veteranos de Ceriñola o habían participado en el saco de Roma o Amberes. También la época de "la Celestina" o de las pócimas de cuerno de hipopótamo, que hacía retractarse de sus opiniones a todo el que no dijera que el mundo era plano o que el hombre no era el centro del universo...

Y a la figura de don Juan, que hace responsable al cielo, de su vida, porque "clamó al cielo y no le oyó", representada en esta estatua del barrio de Santa Cruz de Sevilla, en el año 2009 ya correspondiente al siglo XXI, se le posan palomas en su cabeza...

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Sinfonía.


Hay en lo que se mira -a veces-
una sinfonía a descubrir;
armónica, permanente
o quizá efímera,
pero real para el que la capta.

Aquí, en una especie de trazos,
lo mismo horizontales
que verticales hacia arriba,
enumerando sus sílabas sonoras:
ocre junto a espadañas blancas,
murallas y almenas de color tierra,
el verde desvaido de la palmera
y el enérgico verde del ciprés.

Y hacia arriba, conseguido
trabajosamente por el tiempo,
un azul en la mirada
iluminada y transparente...

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Arista agresiva.


La arista agresiva, del prisma
que afianza el ábside de una iglesia,
nos muestra sencillamente
como resistir a un terremoto
sin haber determinado en su época
la llamada norma sísmica.

Y sin calcular espesores,
sin preocuparse por la densidad
de la piedra,
sin pensar que el adobe es más elástico
y que la mezcla las sacudidas atempera...
Al pasar por la esquina agresiva,
mas abajo redondeada,
nos muestra la calidad de una obra bien hecha
tan solo usando una plomada, un
rústico nivel y eso sí: la cabeza.

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