Pensamientos breves.

Anoche, primavera anticipada.
El ambiente saturado de olor a azahar.
En la calle, una cofradía
con nazarenos de capa blanca
y capirotes morados o verdes.
Frente al mío, un balcón espacioso
donde hasta hace poco,
una generación, de árboles añosos,
cobijaba a otras dos.

Lo miro y me entristece,
verlo cerrado, apagado y solo,
con tanto sitio sobrante,
en contraste con las risas de los hijos,
las travesuras de los nietos,
al mas pequeño de los cuales
la abuela sujetaba con temor;
no fuera a caerse de sus brazos
llenos de amor.

Anoche, no había nadie...
¿Cómo es posible,
que solo faltando una
de las tres generaciones y
habiendo tanto sitio para ocupar
esté vacío aquél balcón?...

Pasaban nazarenos y al ir encapuchados,
no se veía quien faltaba.
Las filas discurrían llenas como siempre.
No se notaba el relevo,
pero arriba, en aquella terraza
ya sin colgaduras y vacía,
nadie había ocupado
el sitio de la primera generación...

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