¿Piedras mudas?


Las viejas piedras de molino,
inmovilizadas
y embutidas en el grueso muro,
parece que se resignan al descanso
forzado.

Les taparon con cemento
su centro,
que las unía al eje
que les daba vida.

Y por ello,
alineadas,
quietas,
hundidas en una pasta que
se endureció casi como ellas,
no pueden moverse.
Y ellas, que trituraron cereales,
parecen ingrávidas
y su enorme peso,
ya no aplasta el dorado trigo
transformándolo en blanca harina
con la que se hará el pan...

Se sienten inútiles,
como jubilados sentados en un banco
de cualquier parque,
helados, con los huesos descalcificados,
mientras aburridos,
ven pasar las horas,
simplemente bajo el sol...

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Certeza.

Aunque estés lejos
y lo sientas.
Aunque cada vez que pasees por la playa
con la mar en calma,
notes que no estoy junto a tí,
sabes que aun conociendo la lejanía,
yo no te siento lejos,
porque se que me ves
en cada onda de espuma blanca,
y en el suave avance de la marea
casi en silencio.

Sé que puedes respirarme en el aire de la brisa,
y escucharme en cualquier sonido
imprevisto,
como yo oigo tu voz en cualquier nota ambigua
de cualquier cosa
que quizá ni existe...

Y te imagino en el aire cálido
que se levanta de la tierra
distorsionando las imágenes
en sus contornos irreales,
que me ilusiona pensar
soy yo solo quien los distingue...

Y a veces,
un escalofrío inesperado,
me hace saber que pensabas en mí...

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Paseando por Sevilla.


He pasado por una de tantas calles de Sevilla, en las que ahora se respira el azahar de sus naranjos en plena floración. Como contraste de esta exaltación de primavera, leo una lápida en uno de los muros de la Iglesia de san Andrés. En aquella, se cita a uno de los pintores barrocos más importantes que dió esta tierra de artistas. A la vez, uno de los que han dramatizado al máximo el tenebrismo de sus pinceles.

Juan de Valdés Leal, nace en Sevilla en mayo de 1622, hijo e un platero portugués; Fernando de Nisa y de una mujer sevillana: Antonia de Valdés Leal.

En Córdoba, es discípulo de Antonio del Castillo y en esa ciudad, se casa con Isabel Martín. Parece que ante una epidemia, se traslada a Sevilla en donde empieza a ser conocido y a realizar trabajos, no solo como pintor, sino también como grabador. En Carmona, realiza varios cuadros para un convento de monjas, entre ellos: "la retirada de los sarracenos". Siguen haciéndole encargos y además de otros para Madrid, Córdoba, etc, deja numerosas pinturas sobre la Virgen, "los desposorios de la Virgen", otras sobre san Antonio, las tentaciones de san Jerónimo, etc, pero donde se ve su genio en la más alta perfección, es en los últimos cuadros, para el Arzobispado, el Hospital de los Venerables y sobre todo en la fundación de don Miguel de Mañara, esto es: El Hospital de la Caridad de Sevilla. En éste, hay dos obras del conjunto de "las postrimerías", verdaderamente geniales: "En un abrir y cerrar de ojos" In ictu oculi y "El fin de las glorias del mundo", Finis gloriae mundi, que sobre lo trágico y tenebroso de lo allí representado, hace salir la genialidad y realismo con que trata los temas. Es impresionante, independientemente de ser o no creyente, observar cómo, un brazo sostiene una balanza con dos platillos, en cada de uno de los cuales, están depositadas las buenas y malas acciones de dos cadáveres en descomposición allí representados: Un obispo cubierto de sus ornamentos y un noble, vestido con el hábito de caballero de una Orden Militar.

La pintura de Juan de Valdés Leal, es un contraste total, con la forma de representar de otro genial pintor de su misma época: Murillo. La realidad es, que sólo a la muerte de éste, Valdés Leal, será el primero en fama en Sevilla.

Juan de Valdés Leal, fallece en Sevilla en octubre de 1690 siendo enterrado en la Iglesia de san Andrés de Sevilla, en uno de cuyos muros, se encuentra la lápida de referencia.


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Curiosidad geométrica

Si tenemos un rectángulo y se unen dos vértices no consecutivos, se habrá trazado una diagonal. Si se unen los otros dós, tendremos la otra. Entre las dos diagonales cruzadas y los lados del rectángulo original, se habrán dibujado 4 triángulos isósceles. Se dá la circunstancia que éstos, son iguales entre sí dos a dos, pero los cuatro tienen la misma superficie. Por tanto la de cualquiera de uno de ellos, será la cuarta parte de la del rectángulo original.
Probemos con un rectángulo de por ejemplo 10 metros de lado por 4 metros de alto. Su superficie sería = 10 x 4 = 40 metros cuadrados. Descomponiéndolo en los cuatro triángulos descritos; dos de ellos, tendrían 10 metros de base y 2 metros de altura. La superficie de uno de ellos, sería= (base por altura) : 2, o lo que es lo mismo; (10 x 2): 2 = 10 metros cuadrados y la de los dos que están opuestos por el vértice = 10 x 2 = 20 metros cuadrados.
Veamos ahora los otros dos triángulos, también opuestos por el vértice entre sí. La superficie de cada uno de ellos, sería (su base por su altura) : 2, o lo que es igual: (4 x 5) : 2 = 10 metros cuadrados y entre los dos = 20 metros cuadrados.
Si sumamos las superficies de los cuatro tiángulos, nos dará 20 + 20 = 40 metros cuadrados que era la superficie original, pero además, hemos visto que los cuatro triángulos, aunque sólo son iguales dos a dos, los cuatro tienen idéntica superficie, luego, cada uno de ellos, representará la cuarta parte de la superficie del rectángulo inicial .
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La idea distancia.

La idea distancia,
representada
por una inconcreta palabra,
no es más, que una diferencia,
pero
si no se matiza cual,
nada expresas...
Porque,
¿igual es una diferencia mínima
que una máxima diferencia?
¿Es igual que la diferencia sea de años
a que de nanosegundos
sea el problema?
La vida, si embargo,
no es una diferencia,
porque cuando aquella acaba
la indiferencia comienza...

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Pesadilla.

Veía claramente a los diferentes viajeros que iban en el mismo vagón del trén, junto a mi familia y yo. Era de noche y las luces por tanto, estaban encendidas. Pasado un tiempo, llegamos a nuestro destino, que era la estación de Atocha de Madrid, pero al bajar al andén, vimos, que no era la conocida estación en la que había parado en convoy, sino en una vía apartada, que comunicaba con una salida cubierta, pero a la que no llegaban taxis. Los grupos de viajeros se iban disgregando y mi familia y yo, optamos por tratar de llegar a la parte principal de la estación a la que estaba cortado el paso. Tras caminar cada vez más en soledad, nos encontramos en pleno campo y decidimos volver a lugares más habitados, llegando a una población en la que nadie nos entendía. Buscaba un teléfono y nadie nos lo facilitaba. Traté de encontrar un transporte y no lo había. Carecía de móvil y tampoco podía comunicarme con nadie. Conseguí subir a una camioneta que supuestamente iba a Madrid y el conductor, borracho, al poco de salir de la población se salió de la carretera, quedando en la cuneta. Volví al pueblo y encontré solo a parte de mi familia. Nadie me explicaba nada y todo el mundo parecía tomar a broma la situación. Me estaba volviendo loco y con un sudor frío, me desperté...
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La Albahaca. Leyenda. (4ª y última parte)

Continuó luego el Enviado:
-Ese colgante que te he entregado, contiene el Momento que has buscado desde tu juventud. El Cuando y por Quién. Cuando ya no esté aquí, adiionalo a tu atanor y verás ante tí, desarrollado tu Principio. Después, habrá otros prodigios por los que serás recordado. En cuanto a tí, pronto nos veremos de nuevo, hermano.
Y diciendo esto, despareció. La estancia se llenó de luz y un aroma muy grato se extendió por toda la casa. Bahac, al irse el Enviado, experimentó una enorme tristeza y quedó como amodorrado. Cuando después de un tiempo se despertó, pensó que todo había sido un sueño, pero el colgante estaba en su mano. Desmontó la piedra de su alojamiento y recordando las palabras del Enviado, abrió un atanor y echó en la masa negruzca que por él cirulaba, la piedra verde. Al instante, una luz blanca, vivísima, le cegó y al despejarse los gases, vió como ante él, se encontraba una planta desconocida que despedía un olor muy agradable, que no era ni la menta ni cualquier otra que hubiera conocido antes.
Se postró y dió gracias a su Creador, por el portento con el que se había manifestado y pensando en el nombre que le daría a la planta, vió lo mas parecido a su nombre sería: Al-Bahac-a, por lo que tomando un cálamo y un pergamino, la dibujó y nombró a la planta como Albahaca. Después la analizó, encontrándole numerosas aplicaciones mediinales. Cuando terminó de hacerlo, indicó que la cultivaran y diesen a todos los que de ella para curar sus dolencias, tuvieran necesidad.
El resto de la noche, lo pasó en profundas meditaiones, ya que después de aquel suceso, pensaba que solo le restaba unirse a su Creador, al que sin saberlo siquiera, había servido desde su humildad.
Miró una vez más el atanor y percibió una partícula diminuta de la piedra, que a pesar de su pequeño tamaño, refulgía vivamente, vibrando como si tuviera los latidos de un corazón.
Nuevamente, alabó a su Dios, que ahora sabía era único para todas las creencias y le agradeció de nuevo, le hubiera hecho partícipe de una parte del Conocimiento.
Tomó lleno de reverencia, la pequeña parte de piedra que quedaba y se la colocó en la frente. En ese instante, una explosión vivísima, seguida de una llamarada enorme, destruyó la casa.
Cuando asombrados por el ruido y el fuego, fueron llegando: curiosos, vecinos y después algunos adeptos, contemplaron con temor, como en aquella casa reducida a cenizas por completo, se había salvado extrañamente: Una planta, un pergamino alusivo a ella y Ibn Bahac, que aunque muerto, tenía en su cara una sonrisa tranquila y lo que era más portentoso, estaba totalmente rejuvenecido. Aún dió tiempo, para que algunos de los asistentes, vieran escapar de la frente de Bahac, una especie de rayo luminoso de color verde.
Los adeptos, callaron y comprendieron. La mayoría de los asistentes, temerosos, tanbién. Sólo un reducido grupo de osados, comentaron:
-Otro alquimista loco, que ha muerto tras sus quimeras.
Poco a poco, la normalidad. Esa normalidad que es el monótono repetir las situaciones conocidas y que por ello no causa temor, se fué instalando en aquel lugar, en que había estado la casa de Ibn Bahac. La casa en la que el Soplo de Dios, se había hecho presente.
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Es posible, que fuera de Al Andalus, tal vez en la India, Persia y posteriormente en Grecia o Roma, dispusieran de la Albahaca, pero es indudable -entre otras cosas por su nombre- que los árabes la introdujeron aquí, como tantas otras plantas medicinales y de ornato. ¿Por qué no creer que fue a través de Ibn Bahc, como nos llegó? ¿Por qué nó, en Ixbiliya precisamente?
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La Albahaca. Leyenda. (3ª Parte)

Una vez atendido el herido, Ibn Bahac, trató de concentrarse en sus quehaceres habituales, pero no podía. Miraba a su acogido y sin inquietarse, se sentía sobrecogido ante su presencia. Especialmente el colgante de su cuello, le producía una especial zozobra. No obstante, respetando al máximo la ley de hospitalidad, ni siquiera lo tocó. Tras mucho cavilar, acabó en una especie de duermevela agitado. Unas horas después, sintiendo una luz en sus ojos, se despertó. La Luna que entraba por una estrecha hendidura al alojamiento, se reflejaba en el colgante de la piedra extraña y en ese momento, se proyectaba en sus ojos. Era una luz cálida y desconocida, pero también sin saber por qué, vivificante.
Algo después, el herido, pareció recobrarse y mirando rectamente a Bahac, le habló:
-Bahac, has sido caritativo conmigo.
Trás una pequeña pausa, continuó:
-Traigo un mensaje que quizá te resulte de dificil comprensión, pero óyeme.
-¿Quien sois y cómo sabeis mi nombre?
-Después, -contestó el herido y prosiguió- Por Aquel que todo lo puede, se me dieron una serie de detalles por los que podría llegar a tí, así como la forma de traerte el mensaje, pero surgió una dificultad en mi camino y esto ha hecho posible, que muestres tu verdadera condición atendiéndome en tu casa con tanta caridad. Te doy gracias por ello y tén seguro que Aquel de quien vengo, te pagará con creces tu comportamiento para conmigo.
-¿Quien sois?- volvió apreguntar Bahac.
-Después. Ahora debo informarte de mi misión. Debes saber, que estás muy cerca de llegar a la Verdad Absoluta, que desde el comienzo has buscado, pero que precisamente por estar tan cerca de lograrlo, debes abandonar su búsqueda.
Los ojos de Ibn Bahac, despedían chispas cuando replicaron preguntando:
-¿Por qué? ¿Quien sois y quien os envía?
El herido, con voz dulce, pero firme, continuó:
-Yo no tengo importancia alguna. Soy tan sólo el enviado de Aquel que todo lo puede. He sido enviado por Quien vé más allá que nosotros, que sabe, que el resultado de tus trabajos, no sería bien empleado por la Humanidad y que lo que buscas con tanta dedicación, llenaría de horror a todos los pueblos de la Tierra. ¿Puedes imaginar, lo que harían los poderosos, por conseguir la Llave de la Vida? ¿Te haces una idea de las luchas que se entablarían para quitársela unos a otros? ¿Crees siquiera por un momento, que la usarían para mutar genes de ese metal que llamais oro por semillas que quitaran el hambre?¿O más bien la avaricia haría todo lo contrario?¿Piensas que habría paz, o más bien guerras cada vez más terribles para robarse unos a otros el Poder? ¿crees que la Humanidad avanzaría, o más bien sufriría una caida y retraso impensable quizá de siglos?¿Piensas que ese Poder Inmenso, puede caer en manos de seres aún poco evolucionados en el plano espiritual, sin detrimento del lento progreso de los hombres? ¿estás dispuesto a ser el responsable de esta hecatombe?
Ibn Bahac, sombrío el semblante, miró al Enviado y simplemente preguntó:
-¿Debo abandonar todo lo que ha sido el sentido de mi vida mísera ahora que estoy a punto de lograr mis afanes? ¿Debo dejar esto, después de tantas privaciones para conseguirlo?
-Sí- respondió el Enviado- y debes de hacerlo en un acto de amor hacia los demás, porque amar es dar y vas a dar todo lo que tienes y lo que es más importante aún, sin que los beneficiarios lleguen a saber el gran regalo que les estás haciendo, pero piensa que nada se oculta para Aquel que todo lo puede y aunque no puedo obligarte a nada, ya que el ser humano sea cristiano, muslim o hebreo, es libre de sus actos, sí te digo, que serás premiado por tu acción, si evitas esta espirar de violencia. Sin embargo, tú eres el que debe elegir el camino. Yo, solamente te hago llegar ujn Mensaje.
Ibn Bahac, estaba pensativo, dudaba, pero su conciencia de recto obrar, le hacía estar predispuesto a escuchar lo que le habían indicado. Él nunca había pensado que sus descubrimientos pudieran tener una parte negativa y mucho menos tan perjudicial para la Humanidad, así que tomando una decisión, habló:
-Haré lo que Aquel que os envía, ha visto más claro que yó. Hágase como me decís.
En aquel momento, el Enviado se incorporó del lecho por completo y snas sus heridas, abrazó a Bahac mientras decía:
-La Paz contigo, hermano.
Se despojó del colgante y entregándoselo a Bahac, continuó:
-Dudaba de tu respuesta, hasta ver como me acogiste en tu casa. Entonces ya no tuve dudas. Eres bendito por Aquel que te creó y los hombres recordarán tu paso por la Tierra. Además, tendrás la sartisfacción de ver logrado tu Principio, ya que has sabido despojarte del impuro orgullo que algún día pudiste tener.
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(continuará)

La Albahaca. Leyenda. (2ª Parte)

Nuestro sabio, sabía destilar numerosas plantas de las que obtenía muy diversos líquidos, aún siendo las mismas, pues a pesar de proceder de una igual materia inicial, la influencia astral, la hora concreta en que se hacía, o el elemento que precipitaba la reacción, hacía que el resultado fuera muy diferente y por ello, la aplicación del producto obtenido, también lo fuese.
Fruto de estas actividades, estaba el elemento pastoso, de desagradable olor y peligrosa manipulación, que atacaba en su constitución a toda clase de elementos, exceptuado el oro. Lo había calcinado, enfriado, sublimado, colado, adicionado mercurio de los filósofos, todo lo que creía poder hacer para convertirlo en el disolvente universal, pero, no lo había logrado.
Ultimamente, había estado trabajando en conseguir una especie de masa de cereales triturados, a la que lavaba con cal, que oreada y pasándole un rodillo por encima, se convertía en unas láminas sobre las que se podía escribir. Estas placas, si después se introducían en una mezcla de agua a la que había agregado un ácido mordiente basado en el azufre, quedaban flexibles como el pergamino y además obtenía en sus atanores gases de una combustibilidad extraordinaria.
También investigaba las posibilidades del llamado "caballero del alegre alazán", que era simplemente un juego de ajedrez, al que habiendo adosado en la parte inferior de su tablero unas piedras-imán, lograba dar a las piezas un movimiento sin tocarlas, haciéndolo sólo a los caballos, lo que producía a los que lo veían un enorme asombro. Esperaba perfeccionarlo en breve y posiblemente entonces, lo presentara como regalo al hijo del rey, llamado Alfonso y del que ya se hablaba con admiración de su enorme cultura y tolerancia hacia todos los muslimes o judios. Si lograba interesarle en sus estudios, tal vez lograse que la convivencia por él auspiciada de convivencia de las Tres Culturas, fuera mayor cada día. Sin embargo, a veces se sentía mayor y no lograba evitar los negros pensamientos, entrándole urgentes necesidades de lograr rápidos resultados en sus pruebas. recordaba su juventud, en la que albergó durante mucho tiempo, la esperanza de plasmar en una ecuación algebraica, el posible equilibrio entre el fuego y el agua como elementos antagónicos que eran, razonando que si aquél era superior a ésta, en otras circunstancias, sería al revés, lo que indudablemente necesitaba un punto de inflexión o de equilibrio, que permitiera la existencia real al mismo tiempo de ambos elementos, sin destruirse recíprocamente. Esa falta de resultados tangibles, le era insoportable a veces y tenía que recurrir a una de sus tisanas tranquilizadoras...
Volviendo a "su Principio", por lógica, podría también ser real su opuesto, es decir, que si cualquier gérmen inicial era posible transformarlo en otro de un orden distinto, éste a su vez, podría volverse a mutar, lo que expresado en lenguaje sencillo, equivalía a admitir que si un germen inicial de trigo por ejemplo, podía volverse un germen inicial de un metal, como el oro, también podría hacerse la operación al revés. En teoría, esto debía ser así, al considerar a cada elemento, no aisladamente, sino como parte de un todo y que por tanto, participaba de una parte común que no había que tocar, haciéndolo solamente en la que no lo era. Es decir, que sin cambiar la estructura básica, se mutaba la parte considerada específica o variable, que es la que aparentaba las diferentes presentaciones entre un elemento y otro.
Ibn Bahac, era un filósfo profundo, que había sido nombrado en tiempos Cadí, por su recto juicio. Había escrito numerosos tratados y también era un experto autor de Qasidas, celebradas en otros tiempos ya lejanos. En su juventus, había aprendido de los Maestros Antiguos de Siria y Egipto y por ello, estaba seguro del camino que había seguido a pesar de su pobreza actual.
Su grupo de adeptos, se sentía feliz, cada vez que les confiaba una operación que requiriese una habilidad que solo la larga práctica concede a los estudiosos. Todo, iba a cambiar.
Una madrugada, cuando estaban comentando sobre una operación que no les había deparado el éxito que esperaban, oyeron unos débiles golpes en la puerta de la casa, a la vez que unos débiles quejidos y una petición de ayuda. Los discípulos, asustados, miraron a Ibn Bahac. Éste, ordenó que abrieran. Mientras lo hacían, oyeron de nuevo:
-¡Ayudadme!
La puerta fue entreabierta y un cuerpo -que parecía joven- con el rostro cubierto de sangre, que vestía una ropas extrañas y calzaba unos raros borceguíes, cayó a sus piés sin sentido. A la luz de la antorcha que portaba uno de los adeptos, trataron de identificarlo por su vestimenta, pero no lo lograron.
Atendiendo a la piedad, lavaron sus heridas y aplicándole unos ungüentos en ellas, lo acostaron en el camastro en el que Ibn Bahac descansaba las pocas horas que dedicaba al sueño. Una vez acostado, Bahac despidió a sus discípulos y volvió a la cabecera del herido. Entonces advitió un colgante con una piedra verde que éste, llevaba en el pecho. A pesar de sus conocimientos, no pudo identificarla y con una cierta angustia, acabó adormeciéndose...
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La Albahaca. Leyenda. (1ª Parte)

En la Sevilla del siglo XIII, recién conquistada la ciudad por el rey Fernando III, existían los contrastes propios entre una forma de vida que había sido vencida y la no necesariamente mejor que habían traido los vencedores. La que había existido allí durante varios siglos, se resistía a desaparecer y en numerosas ocasiones era admirada por los conquistadores, sintiéndola superior en bastantes espacios y a pesar de que no era bien vista esta postura por la ortodoxia imperante, estaba fuera de dudas, que para todos los que no se dejaran llevar por el fanatismo religioso, los musulmanes y judíos, habían destacado mucho más en distintos campos como; la medicina, la agricultura, la botánica o el álgebra y sus estudiosos, aunque oficialmente silenciados, tenían mucho que aportar.
En esa época de amalgama de costumbres, en la que la auteridad leonesa, chocaba con todo lo que Al-Ándalus representaba, bien podía haber sucedido nuestra historia.
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Adosada a un lienzo de murallas, cercanas a Wad-el-Kébir, proxima también a la nunca después encontrada Puerta de la Luz Blanca, al abrigo de una torre casi sin almenas, existía una vieja casa en la que habitaba un sanador de hierbas.
El morador de la casa, llamado Ibn Bahac, humildemente se decía conocedor de dos o tres sencillas pócimas, a fin de no pasar por mago o alguna cosa peor a los ojos de los ignorantes. Desde mucho tiempo atrás vivía allí y en numerosas ocasiones, había socorrido a vecinos, incluso a desconocidos que le habían pedido ayuda en sus enfermedades o dolencias. Siempre, con modestia y humildad, había ayudado a quien lo precisara y esto también lo había realizado con algún personaje de la Corte, por lo que a pesar de lo turbulentos de los tiempos, le dejaran vivir en paz, casi como cuando Ixbiliya era una Taifa musulmana.
Ibn Bahac, era mucho más que un sencillo conocedor de hierbas. Conocedor de la Sabiduría de los Maestros Antiguos, era por orden de afciones: Alquimista, Arquimista, Estrellero, Kabalista, Botánico, Sanador, Filósofo y Poeta. Dominaba, además del árabe clásico, el hebreo, el sáncrito, el griego y el latín. Tolerante como sabio, agrupaba a su alrededor a un escogido grupo de adeptos estudiosos, a los que trataba de instruir en las complejidades que consideraba más adecuadas a cada uno. Ellos por su parte, le profesaban un respeto casi sagrado unido a un cariño profundo, que junto a una confianza sin límites en él, les harían dar la vida si se lo pidiera sin la menor duda.
Al fondo de la casa, existía una especie de pasadizo semi enterrado, en el que llenas las paredes de inscripciones y enrevesados signos, tenían lugar estas reuniones entre Ibn Bahac y sus adeptos, junto a un vivo fuego de leña, que calentaba una serie de vasijas o atanores en cuyo interior circulaban diferentes productos con los que probaban diferentes uniones, reacciones, mezclas y otras operaciones espagíricas, con fines experimentales.
Ibn Bahac, llevaba trabajando muchos años en lo que él llamaba "su Principio". Éste, brevemente enunciado podría resumirse en que "Al comienzo, el germen de la vida era único y que después -no se sabe por qué mecanismo de mutación ni en qué momento - existía una orden que hacía que este germen-origen, fuese mineral, animal o planta". Tratar de encontrar que era así, el cuando y el por qué, de lo que estaba seguro, aunque aún no lo había podido demostrar, le había consumido casi todas las horas de muchos días y muchas noches, a lo largo de los numeroso años de su vida. No acababa de encontrar lo que buscaba con tanto anhelo y dedicación. Sin embargo, todo iba a cambiar.
Hacía varias noches, que había descubierto, junto a su bien conocida Aldebarán, un cuerpo luminoso que desconocía y que le inquietaba sin saber por qué. Contaba para la observación de estrallas, con un tubo de madera por cuyo interior se deslizaba otro de menor diámetro, que estaba ahumado para que no absorviera luz. Los dos tubos, llevaban cada uno de ellos, sendos rubíes cilíndricos, tallados biconvexamente y pulidos muy finamente, que convenientemente alejados o aproximados el uno del otro, permitían ampliar la visión de los objetos celestes.
Con este aparato, que llamaba acercador, observaba con una extraña sensación, como aquél cuerpo astronómico, estaba cada vez más próximo. Aquella estrella o lo que fuera en realidad, no presentaba la luz cegadora de los cometas o de los soles, tampoco parecía ser una de las estrellas que anunciaban calamidades, hambres o guerras. Estaba preocupado sin saber por qué, o mejor dicho, porque no sabía analizar la realidad de aquel cuerpo que se aproximaba a la Tierra tan vertiginosamente. A sus adeptos, aún no les había dicho nada, pero la congoja, estaba desde hace días instalada en su corazón...Aquello, anunciaba algo...Pero...¿qué?
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(Continuará en días sucesivos)

Encontrada al azar...


La belleza cromática de la llamada Pluma de santa Teresa, se asoma hoy al blog. He visto, paseando al azar, en un tiesto sin demasiado cuido, sobre unos abruptos tallos grasos, unas enormes flores, posiblemente originarias de América del Sur, que muestran la belleza que contrasta sobre los ásperos soportes verdes en los que nace. Posee diferentes nombres latinos enrevesados, pero la calidez de su aspecto, híbrido entre cactus y otras especies, hacen que su floración aún en tiempo frío, sea por sí misma de una belleza salvaje y atrayente.


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Pastora


Se yergue estilizada
con la sonrisa enigmática
de sus ojos verdes
y la gracia de esas manos
que el arte curvaba
sobre palillos vibrantes,
mientras el bronce parece que vive
con el revoloteo de sus volantes.

Recordé haber leido
que fue Musa de "el Amor Brujo".
Y en aquella estatua
levantando los brazos al cielo
y sonriendo,
nos sigue prendando
con su arte...

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Viejo Caravansar.


Al contemplar los cuadrados espacios
del antiguo patio restaurado
del Caravansar morisco,
perdido
en la modernidad de nuestro tiempo,
resbala mi mirada entre pretiles sombríos,
a la caída de la tarde;
haciéndome perceptible
el indescifrable murmullo
de los ya idos en el tiempo,
que por allí pasaron:

Porteadores, comerciantes, peregrinos,
suplicantes, menesterosos, mensajeros,
engañadores, músicos o viajeros de mil razas,
con infinitos designios ciertos,
o tal vez inciertos,
que en tus paredes de viejo adobe
con grietas y desgaste de los años,
dejaron conversaciones incrustadas,
que los siglos no borraron...

Y hoy se muestran
mezclando las fechas
posiblemente para confundir la Historia,
superponiéndose en el orden que desean,
que al no ser el nuestro,
con su magia nos inquieta...

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Agua ilusionada.


Escribieron de tí
que eras agua oculta
que lloraba.

Quizá de tu encierro
provenía tu tristeza.

Te ilusionaba salir
y ahora,
proyectada al cielo azul
de Granada,
vuelves a caer
con peculiar y alegre sonido,
sobre otras aguas ya calmadas,
con las que formas
interminables ondas concéntricas,
que siguen murmurando
cantarinas,
que ya no lloran,
porque al salir
conocieron la Ciudad Encantada...

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Sorpresa

Miró despacio.
Observó con detenimiento
y cada vez que lo hacía,
sentía
que aquella cara le era antipática.

Veía los ojos fríos,
la adusta mirada.

La expresión distante
como si una mueca despectiva
en ella, siempre estuviera instalada.

No le gustaba en absoluto lo que veía
y sin embargo,
a aquella imagen
no podía odiarla.

El espejo estaba devolviendo
lo que se le anteponía.
Y ante él,
ella era la que estaba...

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Ante una copa de vino.


Sujetando suavemente
con dos dedos
la peana de una copa de vino,
en la imaginación de mezclan
diversos pensamientos.

Admiro el color del vino,
que parece entregarme
su cálido sabor.

Me llega el aroma
más o menos intenso,
con el que parece se me dá...

Yo sé, que su esencia no es mía.
Podré calificarle por añadas.
Incluso le impondré nombres
que no guardan relación con él,
llamando blanco,
al dorado de su hermoso aspecto...

Y sin embargo,
el misterio por el que el mosto;
se enmohece, se oxida,
se transforma...
Ese, sé que no me pertenece.
Quedará como un secreto suyo,
en la penumbra
y la quietud sin horas de la bodega...

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Una lápida blanca.


En una calle de Sevilla,
una casa y en ella,
una lápida blanca.

Escrito allí, un nombre,
una fecha
y el recuerdo
del que inventó golondrinas
que volverían a sus nidos,
mientras los idos amores,
ya nunca retornarían...

Y más soñado que oído,
Maese Pérez
parece seguir pulsando las teclas
que nos hacen llegar
la armonía de un órgano lejano,
mientras románticas infantinas
esperan llenas de inquietud
al caballero que vendrá
a encenderle los labios
con sus besos de amor...

Y una vez más,
el recuerdo de las Rimas
se hará patente en esta
Ciudad Inmortal
en la que nació el Poeta...

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Ideas que pasan.

A veces, cuando me miran tus ojos,
cuando desde el fondo de ellos,
aprecio su ternura y
la belleza ilusionada
de quien tiene casi todo por descubrir,
me siento incapaz de mostrarte
toda la maravilla de la vida,
sin temores,
solo con esperanzas,
como un libro blanco en el que hay que escribir,
equivocándose,
para aprender...

Y entonces, solo entonces,
sobreponiéndome,
me haces sentir
un optimismo nuevo, al oirte
pronunciar confiadamente
sólo tres sílabas:
abuelo...

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