Tras, tras

Viejos trenes renqueantes
de mi infancia y juventud.
Tras, tras.
Impuntuales y lentos,
de oscuros colores tristes,
con vagones separados
para las distintas clases,
en que observabas
diferencias abismales:
Desde mullidos asientos
en gratos habitáculos
a maderas desteñidas por el roce
de la masa itinerante,
hacinada en los pasillos
frios
o con excesiva calefacción...

Tras, tras.
Ruedas de acero sobre railes
de un paralelismo cierto,
sobre traviesas
impregnadas de creosota
que atravesadas por roblones
fijados a su cuerpo
la resonancia ampliaban...
Trás, tras.

Vapor que se escapa
transformado en humo negro
al evadirse fugitivo y resoplante
de la caldera
devoradora de agua,
imitadora en sus ruidos
a estertores que produjera
un casi agónico dragón...

Tras, tras.
Fogoneros sudorosos
de tanto apilar carbón...
Verdes capas de civiles
haciendo una conducción
y el detenido en el centro
de ellos dos,
mostrando los trés, una total
e inexpresiva expresión.
-¡Niño no mires eso!-
Como lo ví, lo recuerdo.
No se me olvidó.
Y en aquel revoltillo de personas;
míseras estraperlistas,
arpías de ganancia mínima,
rifadores con naipes pequeños
de ínfimos premios, que a veces
ni entregaban, después de sortearlo,
bajándose por sorpresa
en cualquier apeadero.
Gentes sencillas de pueblo
que van al médico.
Algún otro, en cumplimiento de una promesa
por aprobar una oposición.
Una familia entera, en peregrinación,
cuenta y no acaba que van contentos,
para agradecer con su presencia,
en el lejano lugar donde se da culto
al santo de su devoción,
que un paralítico
después de haber mirado
una estampa milagrosa,
se levantó...
También hay alguien
que subió al trén sin billete
y se pasa el viaje,
tratando de burlar al revisor...

Tras, tras.
monótono, persistente,
adormecedor
como la ambiente pobreza,
en el vagón de tercera
con tortilla de patatas
y mucha conversación.
Las ventanillas cerradas
y a pesar de ello,
el humo en los túneles largos,
entra por todas partes...
Y la oscuridad, propicia
algunas veces, cosas no vistas
pero supuestas que no relato yo.

Tras, tras...
Y de pronto, un día,
ya no son así los trenes.
Son rápidos. Son limpios.
Se ven con colores vistosos.
Las estaciones ya no son tristes,
con despedidas largas...
Ahora es mas breve
cualquier separación.
Ya no te llenan de carbonilla los ojos,
locomotoras negras de humo
impresionantes con su peso
de mastodontes, haciendo vibrar el suelo
al paso de sus ruedas
de impresionante dimensión.
Su ruido, tras, tras, desapareció...

Porque una barra de acero,
apoyados sus extremos
en dos trozos de hormigón,
sustituyó a las traviesas de madera;
La electricidad, al carbón.
La insonorización, quitó los ruidos
restantes...
Las ventanillas ya no se abaten
y para que no te des cuenta
que estás prisionero y encerrado,
te entretienen con una película
en el monitor...
¿Quedará todavía vivo
alguno de aquellos fogoneros
con su pañuelo al cuello,
enjugando sus chorros de sudor?

Ya el conocido tras, tras,
producido por las ruedas
al pasar por los empalmes de las vías,
solo vive en mi recuerdo,
fue reemplazado por un diluido
y monocorde son...

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