Encanto y misterio.


En la madrugada, una calle
y las ventanas del viejo palacio,
protegidas por las rejas forjadas
hace siglos.

Aún está fresco en ellas
el recuerdo de una mujer,
que el amor hacía bella,
quizá sin serlo, pero...

En la madrugada, en esas horas brujas
en las que hasta la luna
en vez de una parecen varias,
casi se sienten los pasos un año más,
al llegar noviembre,
de don Juan Tenorio.
Porque en Sevilla, al pasar el tiempo,
las leyendas se hacen clásicas
y bajo las luces amarillentas
en la madrugada,
las ideas cobran vida
y los sentimientos tienen alma...

¿Se comprende ahora, que esté seguro
de ver a una dama enamorada,
mirando hacia la calle como esperando,
algo que no sabe qué es,
pero que la tiene nerviosa
y también ilusionada?

¡Ay, la calle de Sevilla, bajo su luz
amarillenta en la madrugada...!

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¿Por qué?

Aquella mañana, como todas, se mostraba alegre, deseando salir a la calle y corretear después del letargo y la quietud que imponía el recogimiento de la noche.
Sin embargo, notaba algo distinto a Julián. Para empezar, habían subido al automovil, cosa extraña y que sólo solía hacer en vacaciones o algunos domingos, pero mientras estuviera a su lado, le daba igual. Lo quería mucho y se sentía protegido por él. También por Pepita -su mujer-, pero ella, algunas veces le reñia y él se mostraba entonces triste. En alguna ocasión, tuvo conciencia de la causa de la riña, pero la mayoría de las veces, no sabía por qué lo hacía. Él, aguantaba y después de un rato, parecía que se había olvidado todo.
Al rato de ir en el coche, ya en un sitio que no conocía, Julián abrió la portezuela de atrás y le dijo que saliera al campo. No sabía a qué juego quería jugar ese día, pero le obedeció y lo hizo. Cuando salió, se cerró la puerta y el coche arrancó. Él comprendió que Julián quería que corriese tras el coche, pero iba muy deprisa y por más que se esforzaba, cada vez lo veía más lejos, hasta que lo perdió de vista.
Siguió corriendo un rato, hasta que se encontró cansado como nunca y dejó de correr. ¡Qué juego más raro era aquél! Los coches, pasaban a su lado raudos por la autopista y alguno, le tocaba el claxon, pero él, trataba de no estorbar, caminando por el arcén. Al rato, encontró una derivación de la autopista y salió por ella a un lugar que parecía más tranquilo. Había allí parados varios coches y camiones, pero ninguno era el de Julián. También había una gasolinera y un bar. Se sentó en el suelo junto a la puerta del bar, porque estaba tremendamente cansado y no acababa de llegar Julián. Unos niños al salir, comentaron:
-Papá, mira parece que está abandonado y no tiene collar.
Pero él, sabía que no estaba abandonado, aunque el juego de esa mañana no le gustaba. Le echaron un trozo de pan al pasar junto a él y el más pequeño de ellos le acarició. La madre le dijo:
-Deja al perro, niño, que no sabemos si está enfermo y es agresivo.
Él, movió el rabo para demostrar que no era agresivo, pero empezaba a mostrar tristeza en los ojos, porque en su interior, se sentía perdido. Estuvo toda la mañana y toda la tarde quieto por si venía Julián, pero no vino. Ya de madrugada, llegó un enorme camión del que se bajó un hombre muy alto, que estuvo en el bar un rato y al pasar lo miró con cierto afecto. A la salida, volvió a mirarlo y entrando de nuevo en el bar, preguntó si era de alguien el precioso pastor alemán que estaba en la puerta. Cuando le dijeron que no era de nadie y que había llegado por la mañana, compró un bocadillo y una botella de agua. Salió y se los dió al perro. Lo miró despacio mientras comía y como si le conociera de toda la vida, le habló:
-Estás solo amigo, no se quien será la mala persona que te abandonó, pero como yo también estoy solo, si te quieres venir conmigo, puedes hacerlo.
Abriendo la puerta del camión, le hizo un gesto para que subiera a la cabina y Wolf, viendo que en los ojos del camionero había bondad, aceptó su cobijo, prometiéndole con una mirada -que solo los que conocemos a los perros sabemos como es-, fidelidad y amistad...
Después, mientras el camión caminaba por la autovía, Wolf se preguntaba una vez más por qué Julián no habría vuelto por él...
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En la sombra amarillenta.


En la noche, la sombra de las luces
amarillentas,
da una apariencia distinta a las columnas
y las cadenas que aquellas sostienen,
parecen; más sólidas,
más pesadas, haciéndote sentir
con su peso, la lejana libertad...

Y sin embargo,
contempladas de día, parece
hasta que carecieran de sombra
y casi difuminan sus pesados hierros
el color del óxido, que el roce
de un niño al columpiarse en ellas,
parece que les transmitiera...

Frío, frío metal
duro, que chirria al rozar
unos eslabones con otros,
que al contacto con la vida a borbotones
de la infancia, pareciera suavizarse
y querer apuntar un atisbo
de blandura y afecto...

Y en la espera húmeda de la noche,
sinte frío como si fuera humana
su soledad...

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De lo real a lo pintado.


El enorme tapiz que cubre la fachada,
muestra además de un escrito
la representación de una farola
y junto a él, puede observarse
una que está allí para alumbrar
en la noche.

A veces, si no miramos demasiado
escrutadoramente
y nos quedamos en la superficie de las cosas,
podemos confundir la real,
que alumbra con su luz en las horas oscuras
con la representada por unos simples trazos,
que sin emitir luz, representa a aquella...

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De la vieja parra.


La sombra creada por las hojas
verdes de la vieja parra,
protege los racimos de dulce uva
que colgados de ella,
aromatizan el aire del camino.

Y el caminante debe estirarse
para que sus brazos
alcancen el trofeo que pende...

Aunque siempre encontrará,
en el fruto más dulce,
que un pájaro avispado,
quedó las huellas de su pico,
pero, no pudo llevarse su perfume
ni el néctar que por el agujero fluye...

Y en la sombra, recibirá
el mismo sabor que otros
muchos siglos atrás probaron;
inmutable, igual, sabroso y
como la vida, efímero...

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Arco Iris que no se ve.


Al admirar el excelente trabajo de forja que se observa en este balcón, el artista dirá quizá que representa estéticamente una idea. El arquitecto, pensará en la excelente solución elegante y técnicamente bien resuelta. El simple observador, quizá piense que a pesar de la belleza presenta unos motivos algo recargados, pero sólo aquel que en alguna ocasión, tuvo la posibilidad de acercarse a la magia de la transformación que la temperatura logra en el hierro, contemplará además, el cambio de color que aquella materia trabajada en la forja, experimentó para ser trabajada. Así al ir incrementando la temperatura mediante el fuelle que alimenta la llama, pasó del amarillo al morado, después al azul oscuro, al azul claro, al marrón, al granate y por fin al rojo, alrededor de los 700 grados centígrados, en que pudo trabajarse, ablandada su dureza, dándole las formas que poseen los distintos elementos que componen las grecas o dibujos, mediante las herramientas adecuadas.

De ahí, que hable de Arco Iris que no se ve, pero por el que ha pasado este hierro artístico del balcón, posiblemente con un porcentaje elevado de azufre en su composición, que por ello, y sin razón aparente que indique por qué, llamaríamos dulce. Si se siguiera subiendo la temperatura, llegaría un momento en que alrededor de los 1.500 grados centígrados, tendríamos una materia en lugar de sólida, líquida, con un color blanco amarillento. En fín, independientemente de lo anterior, pensando o no en los medios a seguir, hasta llegar a ver terminado el trabajo, el balcón de referencia, presenta una gran belleza.
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La mirilla.


Trás la protección de unos hierros
endebles, clavados en la madera,
se abre una pequeña portezuela,
que temblorosa y con miedo
se entreabre a las llamadas...

Y allí queda, repintada, como testigo
de unos tiempos, en los que los confiados
habitantes de otra época, consideraban
protección suficiente, lo que hoy sería
risible para un niño con una pequeña palanqueta...

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Letrilla del después...


Bajo el arco te miré.
Bajo el arco me besaste.
Bajo el arco te perdí,
cuando por él te marchaste.

Ahora cuando miro el arco
mi recuerdo se dispara,
porque al recordar tu cara,
revivo lo que me hablaste
y pienso si tu sabías
siquiera, que me mentías...

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Olvido.


Al verlos allí, sin utilidad alguna,
testimoniando que fueron necesarios
y hoy olvidados y dejados
en un olvido apresurado
que no dió tiempo ni a cortar los cables
que soportaron durante años...

Pienso con qué facilidad ahora
se cortan los vínculos que estorban,
que ya no nos merecen utilidad
aunque hayan estado presentes
etapas largas de camino...

¡Ay! no quisiera parecerme
a los viejos aisladores de cerámica,
que un día soportaron, manteniendo
en perfectas condiciones
la conducción de energía eléctrica
y que ahora, abandonados,
enseñan a quien los mira,
que ya no sirven para nada útil...

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Al mirar...


Al mirar cualquier cosa, se puede disparar la imaginación de cada uno, en una o varias ideas. En este caso concreto, observando el pié de una farola pública, hecha en hierro fundido se ve un relieve en el que aparecen la corona real de España, el número 7 en números romanos y más abajo, una fecha, la del año 1832, lo que traducido, significa que el molde para la fundición se hizo en el reinado de Fernando Séptimo en el año ya indicado.
No voy a entrar en abosoluto a calificar aquel reinado, ni su problemática, ni sus consecuencias. Tampoco las alianzas que se hicieron o deshicieron en los diferentes períodos que lo componen, desde las tensiones con Carlos IV, influencia de Godoy, guerra con Francia, emancipación de América, Década Ominosa, Período de Regencia de la Reina, etc, pero al leer la fecha y saltando como dije más arriba cualquier análisis, se me vino a la memoria, que en ese año de 1832, se produjo mediante la Pragmática Sanción, la abolición de la Ley Sálica, ante el nacimiento de la Princesa Isabel, origen después de las llamadas Guerras Carlistas.
En otro orden de cosas, en 1832, nacieron: don José de Echegaray, Político, Dramaturgo y además, Profesor de Matemáticas en la Escuela Especial de Ingenieros Industriales de Madrid, logrando además, ser Premio Nóbel de Literatura en 1905. También lo hizo don Emilio Castelar, Catedrático de Historia Filosófica y Crítica de España, extraordinario orador y fundador del periódico "la Democracia", crítico de Isabel II lo que le valió tener que marchar a Francia. Posteriormente, fue Presidente de la 1ª República Española. Ese mismo año, vino al mundo, don Rafael Romero y Barros, que estudió Filosofía en Sevilla, pintor y escritor, padre luego del que sería conocidísimo pintor Julio Romero de Torres.
Una simple mirada al resalte de la fundición de una farola, a veces, trae un sin fin de ideas...
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En ocasiones...


A veces, en ocasiones,
alguien que a priori nos parece nadie,
nos enseña con su silencio,
con su humildad, con su poesía,
quizá con su conversación,
que trás lo aparente,
suele existir algo más importante,
como en el mínimo charco ocasional
de una calle, quizá con agua sucia,
temporal, que posiblemente
sea efímero, pero que en unos instantes
en que supo asimilar la luz,
transmitió en su humilde espejo
el blanco nítido de una fachada
y el azul del cielo incomensurable...

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Viejos buzones...


Espera y esperanza, son dos palabras que tienen la misma raiz. En la actualidad parece que nadie quiere esperar y a veces tampoco tiene esperanzas y sin embargo hubo un tiempo no demasiado lejano en años, en que la espera era lo habitual; se esperaban las cartas, se esperaba para hablar por teléfono, porque había la llamada demora -de horas en ocasiones para poder establecer la comunicación- y sin embargo la vida estaba conformada de esa manera.

En la actualidad, la facilidad en las comunicaciones, ha hecho impensable para todos aquellos que no han pasado por aquellas situaciones, que la rapidez para informar de algo, estaba en enviar un llamado telegrama, redactado sin artículos, preposiciones y practicamente como oíamos hablar a los indios en las películas del Oeste americano utilizando el infinitivo, como por ejemplo: "abuela grave, venir pronto".

Hoy, el correo electrónico o la comunicación por teléfono automático o móvil. permiten estar en contacto con quien se desee, practicamente en cualquier lugar del mundo en segundos y sin embargo, ¿cómo puede ser lo mismo un mensaje en el que sólo se emplean las consonantes, que una bella carta de amor, que después de bien pensada, se escribía y se enviaba, dando tiempo a pensar cómo sería recibida y mucho más aún, en la esperada respuesta, si es que la había?

Al pasar por los buzones de correos, que aún conservan los rótulos para que las cartas llegasen a la distribución manual, pre-clasificadas, antes de que mediante los códigos postales, máquinas electrónicas lo hicieran a gran velocidad, he pensado: ¡qué pocas cartas de amor pasarán a través de vosotros..!

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Washington Irving



Paseando por el Barrio de Santa Cruz de Sevilla, se pueden observar numerosos monumentos, vestigios arqueológicos, calles recónditas, plantas que perfuman el ambiente y rincones de una belleza única, pero también, rótulos, placas, nombres evocadores y un sin fín de indicios o datos para seguir más extensamente cualquier tema relacionado con la Historia o el Arte.
En una calle, que está delimitada en una de sus lados por la muralla del Alcázar, pueden admirarse; desde vestigios de una conducción de agua potable del siglo VIII, hasta árboles muy añosos, a torreones que evocan multitud de leyendas o placas en mármol o bronce, alusivas a personas diversas. Una de éstas nos recuerda la figura del ilustre norteamericano Washington Irving. Este polifacético escritor, nacido el 3 de abril de 1789, estudió Derecho, dedicándose posteriormente a diversas ocupaciones, como comerciante, escritor romántico, viajero incansable, político y diplomático. Enamorado de España, en la que llegó a ser durante varios años Embajador de su pais en el nuestro, escribió numerosos libros sobre temas españoles; entre ellos: Vida y viajes de Cristobal Colón, Crónicas de la Conquista de Granada, Viajes y descubrimientos de los compañeros de Colón y como más divulgada: Los Cuentos de la Alhambra, obra en la que dibuja unas leyendas en aquél lugar mágico, contribuyendo a crear la romántica idea de un pais, que otros viajeros habían empezado a popularizar por sus costumbres y tipismo. Fue uno de los pocos privilegiados en poder alojarse en unas estancias de la Alhambra de Granada, junto al llamado Peinador de la Reina, lugar en el que existe otra placa, que recuerda su estancia allí.
Hay un pasaje en la vida de Washinton Irving, quizá poco conocido. Se trata de que habiendo perdido en su juventud a su prometida Matilda Hoffmann, que falleció a los 17 años, permaneció soltero toda su vida, si bien mantuvo una relación siendo ya mayor, con la también escritora Mary Selley al quedar ésta viuda.
Falleció el 18 de noviembre de 1859 y la ciudad de Sevilla, decidió recordar su amor a España en una placa de bronce realizada por el genial escultor valenciano, Mariano Benlliure.
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Invariable.


La copa de cerámica,
que embellece la entrada
de la rotonda en el jardín,
a veces parece como si pensara,
melancólica,
estática,
impertérrita,
que está allí simplemente,
para aumentar el ornato
de los árboles, de las plantas,
que como seres vivos
están sujetos a mudanza,
mientras ella, permanece sin crecer,
sin menguar, sin secarse,
sin precisar cuidados,
pero a cambio, tampoco experimenta
mejoras en su semblanza...

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Equivocación.


¿Por qué tendemos a pensar
al contemplar los escalones
de la calle en cuesta,
que nos disponemos a subir?

Aseguro que al menos en esta ocasión,
se tomó la fotografía,
después de haberlos bajado,
pués el cuidado al hacerlo
no hizo posible admirar el entorno...

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A través...


A través de la cancela
guarnecida con una malla de acero,
que hace dibujos geométricos,
vislumbro más que veo
los palacios encantados
de la Colina Roja y mi mirada,
deslumbrada
imagina leyendas, amores, consejas,
conjuros, y mil pensamientos diversos,
en la luz cegadora del mediodía...

Y entonces recuerdo de nuevo,
los versos tantas veces oidos de Icaza,
que te hacen comprender más aún,
lo que será no poder captar aquel paraíso:
"...que no hay en la vida nada
como la pena de ser
ciego en Granada..."

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"La Tortajada".


Cuando paso por Granada, suelo entrar a tomar una copa en una bodega, aledaña a la Plaza Nueva, que en un ambiente agradable y cosmopolita, muestra; carteles, pinturas, dibujos, toneles rotulados con sus contenidos respectivos, ofreciendo a la vez un servicio amable y eficaz.
Es dificil encontrar acomodo, porque aunque las dimensiones del local no son pequeñas, es muy abundante la clientela y según en el lugar que te sitúes de la barra, contemplas unos cuadros u otros. En esta ocasión, me tocó admirar una vez más, el de una artista de variedades, con la pátina del tiempo y la ingenua representación no exenta de un toque de malicia de la época.
"Casualmente" -pienso que la casualidad no existe-, un diario de la ciudad, publicó ese día, bajo el título "Belle époque granadina" un documentadísimo artículo sobre esta famosa artista. Con los datos leidos y la foto que hice al cuadro, compongo este pequeño relato.
Se llamaba Consuelo Tamayo Hernández y nació en 1867, en un pueblecito cercano a la capital, llamado Santafé. El que crearon los Reyes Católicos en 1492, como campamento definitivo para el asedio a la Granada de Al-Ándalus, siguiendo los planos de Briviesca, es decir con cuatro manzanas de edificios, cortadas perpendicularmente por dos calles, que terminaban en cuatro puertas que cerraban el recinto. En este lugar, se firmaron las Capitulaciones de Colón con los antedichos Reyes para el primer viaje a las entonces llamadas Indias Occidentales.
Continuando con la artista: Se casó a los 14 años con el compositor Ramón Tortajada y de ahí su apellido artístico, empezando una cadena de actuaciones llenas de éxito en Music Hall, primero en Francia y posteriormente en todo el mundo, siendo admirada por los más altos estamentos de la época, como lo prueba haber sido condecorada por el Zar Nicolás II así como por el Kaiser Gillermo II. Sin embargo en España, fueron muy escasas sus actuaciones, limitadas a festivales benéficos y poco más. Ya mayor, se instaló en un palacete de la capital y al parecer se separó de su marido. Posteriormente, se retiró con parte de la familia que le quedaba en su pueblo natal, en el que murió en el año 1957, cuando contaba 90 años, practicamente desconocida para todos los que no fueran del ámbito familiar, siendo enterrada en el cementerio de Santafé.
La próxima vez que vuelva por esa bodega, al reparar en el cuadro, sabré ya algo de ella. D.E.P.

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La calle estrecha.


La estrecha calle,
no se comprende fuera de
su entorno, de la vieja ciudad
de su clima, de las gentes
que la transitan, admirándola.

No por su porte ni por su prestancia.
Si, porque nos conduce
de una plaza con belleza,
a otra de imaginación plena.

Y por encima de todo, complementando
la esperanza conocida de a donde llegaremos,
el aroma mezclado de la Dama de Noche,
con su galán el Jazmín que trepa
por las palmeras...

Y partiendo de la plaza de las Cruces,
te conduce en unos metros
a la que levanta una estatua
a un don Juan, para siempre
allí inmortalizado...

Y la noche ya próxima, volverá
a encender tus pensamientos
con leyendas, con romances,
quizá con alguna vivencia
en aquellos lugares encantados,
de los que no deseas irte nunca
y en los que siempre
un jirón de tu alma se queda...

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Blanco, verde, azul...


En la angosta calle,
en sombra proyectada por el sol,
se perfilan los elementos que componen
este sencillo y bello rincón.

La angostura, precisamente,
en vez de limitar la mirada
parece proyectarla aún más lejos
y las ideas, se quedan casi sin medida
y casi sin control...

La belleza de los jazmines, resalta
con el blanco intenso de su breve flor,
sobre un verde,
que a su vez contrasta una vez más,
con las paredes encaladas
del albo y limpio callejón.

Y más arriba, esperando confiadamente
a nuestros ojos
fatigados por la belleza,
nos espera el azul intenso
en el que se desborda la imaginación...
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En la luz...

En la luz de la mañana,
bien temprano,
cuando los árboles aún
no se han despojado del sueño,
ni sus hojas de las últimas gotas
de la lluvia de la noche pasada,
me gusta sobremanera pasear
bajo sus ramas...

Esas ramas que día a día
veo crecer y en la que a intervalos
irregulares,
con un verde casi blanco,
nuevas yemas estallan...

Y sin embargo, llega el otoño
y la vida parece que se para...

Diría -por no hablar de muerte-
que millares de hojas caen
para descansar y que luego otras,
nazcan con renovado ímpetu
en las mismas ramas...

Y la luz, se sigue filtrando
tenuemente,
mientras saboreo al respirar,
ensanchando los pulmones,
el olor a tierra mojada,
y mi otoño asumido
revive recuerdos en la distancia...

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Adiós a Mercedes Sosa.

Esta mujer de largos cabellos negros, acompañada de su gran tambor, con esa voz en la que se apreciaban las modulaciones salidas de lo más íntimo del corazón, se ha ido.
Nos ha dejado una enorme cantidad de vivencias en el recuerdo, siendo casi imposible traerlas aquí todas, porque entre otras, está la juventud de una generación a la que pertenezco. Citaré algunas, como "Gracias a la Vida" , "Sólo le pido a Dios" o "el Homenaje a Violeta Parra" y quizá como la que más me emocionó, la que relata la peripecia de Alfonsina Storni entrando en el mar vestida de blanco... De sus últimas grabaciones, "Agua, Fuego, Tierra y Viento" y por supuesto con nuestro Joaquín Sabina "Violetas para Violeta", pertenecientes a los dos Cds editados este año bajo el título de Cantora.
Descanse en paz, esta mujer excepcional, apodada "la Negra", nacida en Tucumán que conoció el exilio en Francia y España durante un tiempo y que ha muerto en su Buenos Aires, habiendo conocido en vida un éxito enorme, desde que Cafrune la inició en la fama.
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Antes del bolígrafo.

Hace unos días, esperando la hora de un AVE en la cafetería de la estación de Córdoba, empecé a rellenar las cuadrículas de un crucigrama con mi portaminas y un señor ya mayor que estaba en otra mesa junto a la mía, me comentó: "ya somos pocos los que utilizamos el lápiz". Ante la posibilidad de conversar -mucho más agradable que hacer un crucigrama-, le contesté: "en efecto, pero yo suelo hacerlo con frecuencia, porque entre otras cosas, me permite eliminar sin tachaduras, lo que por otro medio sería imposible".
Seguimos hablando y recordamos marcas de lápices: Él como yo, habíamos seguido estudios similares y practicamente habíamos experimentado con los mismos elementos, dibujando técnico y artístico, por lo que comentábamos los mismos avatares. Salieron a relucir los Johann Sindel fabricados con cedro americano en el Ferrol hasta los años 80 del pasado siglo, pasando por otros como Staedtler, o también en España Massat, comentando de pasada los grados de dureza y tonalidad, según tuvieran más grafito o menos en la masa de la mina, y como la representaban con las letras B para los más blandos y H para los de mayor dureza. También salió a relucir Darwet en su clasificación de 9B a 9H, así como la clasificación americana, de 1 á 4, equivalentes del nuestro, (europeo) , B a 2H.
Llegaba la hora de mi trén y hubo que dejar la conversación, si nó, hubiéramos continuado ni se sabe hasta donde, porque nos faltaba mucho todavía como recordar los lápices para escribir -originariamente japoneses o chinos- sobre cualquier superficie pulida y uno más, extraño donde los hubiera, practicamente desconocido por las generaciones actuales, que llamado "de tinta", se utilizaba como un lápiz más, pero si se quería que su trazo fuera permanente, se humedecía y al escribir, quedaba como si se hubiera utilizado una pluma.
Por supuesto, excluidos los técnicos y los artistas, el lápiz quedó relegado en el uso diario por el llamado bolígrafo, que fue la revolución en su día de la escritura, pero eso sí, lo escrito con él, no se puede borrar facilmente y esa era la principal ventaja del lápiz. He aquí la paradoja, lo menos durable es muchas veces más práctico...
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Duda.

No sé si mirar las estrellas.
No sé si mirar el brillo del mar.
No sé si mirar a lo lejos,
donde el horizonte parece
la tierra terminar...

Pero después de pensar un poco,
creo que miraré al fondo de tus ojos
y entonces,
sonriendo por haberte encontrado,
sabré que no tengo
que buscar ya más...

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Ensueño.


En la esquina de una calle,
se aprecia una casa, rodeada
de un jardín de árboles añosos
en los que el tiempo parece no contar...

¿Qué pensar de la redonda balconada?
El aroma de azahar, aún reciente
del naranjo próximo,
a la imaginación nos habla
trayéndonos la imagen
de sus pétalos blancos
y el jardín, estallando en un sin fín de olores,
nos llega, haciéndonos creer que estamos
en el lugar mágico inexistente
de nuestros más deseados sueños
al contemplar esta esquina mágica
que sí existe...

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La mirada.


La vista se deleita
ante la bella estampa
de un rosetón en piedra labrada,
que juega con el seis y el cinco
para en un lenguaje sin palabras,
mostrar unos códigos, al que sabe
interpretar la escritura arcaica...

Está allí, para tamizar la luz y que
la vibración tranformada
haga llegar al espíritu, sensaciones
de otro modo no captadas...

Un breve respiradero lobulado,
rodeado de azulejos de Triana,
situado en una enorme pared
alba, por la cal allí empleada
cubierta por rectas filas
de tejas árabes, firmemente colocadas...

Justo al lado de una torre
con hiladas de ladrillos bien firmes,
en que encajan hierros forjados
formando una balconada
y más arriba, más hierros curvos
protegiendo las campanas...

Y más arte y más belleza,
en más azulejos de brillo,
de Triana, logrando sumar belleza
en la silueta,
que lanza al azul su bella traza...

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El extraño perfume.

Recientemente, cuando iba por la calle,
me llegó un aroma desconocido.

Era dulce, diria que embriagador
y a la vez, sencillo dentro de su intensa
diferencia con otros perfumes.

Intrigado, traté de identificar
a su portadora, pero en el rápido cambio
de un semáforo, se disolvió entre
la gente, sin conseguir localizarla.

Me cautivó, por su efluvio dulzón,
diría que incluso con un ribete de magia,
capaz en unos segundos, de elevar
mis vibraciones, atrayendo una alegría
interna, tan desconocida y repentina,
como lo fue captar su aroma...

Días después, en unos grandes almacenes,
al pasar por un stand de perfumería,
me llegó de nuevo y entonces, contento
como un niño cuando descubre un nuevo juego,
leí la etiqueta del producto y me expliqué
el encanto que buscaba, en su nombre
sugerente de India: Sándalo...

Y la imaginación, voló de nuevo
a todo lo leido y conocido sobre el arbolito
de nombre antiguo y palabra esdrújula...

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Llega Octubre.

Llega Octubre con sus días más cortos
en horas de luz, caminando
cada vez más próximos al cercano invierno,
pero ahora, durante unas semanas,
nos invita a disfrutar de su templado ambiente
y de sus noches de grato frescor
tras el duro y largo verano casi eterno.

Ya las hojas van cubriendo el suelo
de los parques, sin respetar los límites
de los caminos ni de los arriates...

La atmósfera limpia después
de la lluvia recien estrenada,
que trajo la breve tormenta,
nos invita a respirar, notando a veces
el olor penetrante del ozono liberado,
por el ataque eléctrico al oxígeno...

Llega octubre y entre los indómitos
pensamientos surgidos de los recuerdos,
aparecerá la olla agujereada, con su fondo
manchado en blanco por la sal quemada,
de la castañera, que un año más revive
de su letargo, marcando su pequeño espacio
con su humo oloroso y humilde...

Y quizá por analogía de nombre,
otra vez recordemos a Sampedro
y cómo Monique sigue abandonando a Luis...

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