Una esmeralda

Una cálida noche de agosto
el cielo en el campo
se iluminó.

La lluvia de Perseidas
un instante pareció traer el día.

Miles de luminarias incandescentes
caían, fugaces caían.

Se quemaban en un gesto
de inmolación inconsciente.

Una, mayor que todas
estalló, iluminando todo
y con un chasquido,
llegó hasta el suelo,
contra el que velocísima chocó.

Pasé la noche imsonne
y al alba, busqué ansioso
el lugar del encuentro.

Había un cono invertido
en cuyo fondo
aún humeaba un trozo
de algo ennegrecido.

Sin miedo, pero preso de una extraña
inquietud,
lo tomé en mis manos
a riesgo de quemarme
y rascando la costra negra
de la ignición.
encontré el Paraiso
de un verde intenso...

Como los ojos que en mi recuerdo
un día tuve la suerte de besar, yo.

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