Una lápida blanca.


En una calle de Sevilla,
una casa y en ella,
una lápida blanca.

Escrito allí, un nombre,
una fecha
y el recuerdo
del que inventó golondrinas
que volverían a sus nidos,
mientras los idos amores,
ya nunca retornarían...

Y más soñado que oído,
Maese Pérez
parece seguir pulsando las teclas
que nos hacen llegar
la armonía de un órgano lejano,
mientras románticas infantinas
esperan llenas de inquietud
al caballero que vendrá
a encenderle los labios
con sus besos de amor...

Y una vez más,
el recuerdo de las Rimas
se hará patente en esta
Ciudad Inmortal
en la que nació el Poeta...

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