La Albahaca. Leyenda. (3ª Parte)

Una vez atendido el herido, Ibn Bahac, trató de concentrarse en sus quehaceres habituales, pero no podía. Miraba a su acogido y sin inquietarse, se sentía sobrecogido ante su presencia. Especialmente el colgante de su cuello, le producía una especial zozobra. No obstante, respetando al máximo la ley de hospitalidad, ni siquiera lo tocó. Tras mucho cavilar, acabó en una especie de duermevela agitado. Unas horas después, sintiendo una luz en sus ojos, se despertó. La Luna que entraba por una estrecha hendidura al alojamiento, se reflejaba en el colgante de la piedra extraña y en ese momento, se proyectaba en sus ojos. Era una luz cálida y desconocida, pero también sin saber por qué, vivificante.
Algo después, el herido, pareció recobrarse y mirando rectamente a Bahac, le habló:
-Bahac, has sido caritativo conmigo.
Trás una pequeña pausa, continuó:
-Traigo un mensaje que quizá te resulte de dificil comprensión, pero óyeme.
-¿Quien sois y cómo sabeis mi nombre?
-Después, -contestó el herido y prosiguió- Por Aquel que todo lo puede, se me dieron una serie de detalles por los que podría llegar a tí, así como la forma de traerte el mensaje, pero surgió una dificultad en mi camino y esto ha hecho posible, que muestres tu verdadera condición atendiéndome en tu casa con tanta caridad. Te doy gracias por ello y tén seguro que Aquel de quien vengo, te pagará con creces tu comportamiento para conmigo.
-¿Quien sois?- volvió apreguntar Bahac.
-Después. Ahora debo informarte de mi misión. Debes saber, que estás muy cerca de llegar a la Verdad Absoluta, que desde el comienzo has buscado, pero que precisamente por estar tan cerca de lograrlo, debes abandonar su búsqueda.
Los ojos de Ibn Bahac, despedían chispas cuando replicaron preguntando:
-¿Por qué? ¿Quien sois y quien os envía?
El herido, con voz dulce, pero firme, continuó:
-Yo no tengo importancia alguna. Soy tan sólo el enviado de Aquel que todo lo puede. He sido enviado por Quien vé más allá que nosotros, que sabe, que el resultado de tus trabajos, no sería bien empleado por la Humanidad y que lo que buscas con tanta dedicación, llenaría de horror a todos los pueblos de la Tierra. ¿Puedes imaginar, lo que harían los poderosos, por conseguir la Llave de la Vida? ¿Te haces una idea de las luchas que se entablarían para quitársela unos a otros? ¿Crees siquiera por un momento, que la usarían para mutar genes de ese metal que llamais oro por semillas que quitaran el hambre?¿O más bien la avaricia haría todo lo contrario?¿Piensas que habría paz, o más bien guerras cada vez más terribles para robarse unos a otros el Poder? ¿crees que la Humanidad avanzaría, o más bien sufriría una caida y retraso impensable quizá de siglos?¿Piensas que ese Poder Inmenso, puede caer en manos de seres aún poco evolucionados en el plano espiritual, sin detrimento del lento progreso de los hombres? ¿estás dispuesto a ser el responsable de esta hecatombe?
Ibn Bahac, sombrío el semblante, miró al Enviado y simplemente preguntó:
-¿Debo abandonar todo lo que ha sido el sentido de mi vida mísera ahora que estoy a punto de lograr mis afanes? ¿Debo dejar esto, después de tantas privaciones para conseguirlo?
-Sí- respondió el Enviado- y debes de hacerlo en un acto de amor hacia los demás, porque amar es dar y vas a dar todo lo que tienes y lo que es más importante aún, sin que los beneficiarios lleguen a saber el gran regalo que les estás haciendo, pero piensa que nada se oculta para Aquel que todo lo puede y aunque no puedo obligarte a nada, ya que el ser humano sea cristiano, muslim o hebreo, es libre de sus actos, sí te digo, que serás premiado por tu acción, si evitas esta espirar de violencia. Sin embargo, tú eres el que debe elegir el camino. Yo, solamente te hago llegar ujn Mensaje.
Ibn Bahac, estaba pensativo, dudaba, pero su conciencia de recto obrar, le hacía estar predispuesto a escuchar lo que le habían indicado. Él nunca había pensado que sus descubrimientos pudieran tener una parte negativa y mucho menos tan perjudicial para la Humanidad, así que tomando una decisión, habló:
-Haré lo que Aquel que os envía, ha visto más claro que yó. Hágase como me decís.
En aquel momento, el Enviado se incorporó del lecho por completo y snas sus heridas, abrazó a Bahac mientras decía:
-La Paz contigo, hermano.
Se despojó del colgante y entregándoselo a Bahac, continuó:
-Dudaba de tu respuesta, hasta ver como me acogiste en tu casa. Entonces ya no tuve dudas. Eres bendito por Aquel que te creó y los hombres recordarán tu paso por la Tierra. Además, tendrás la sartisfacción de ver logrado tu Principio, ya que has sabido despojarte del impuro orgullo que algún día pudiste tener.
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(continuará)

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