Ante una copa de vino.


Sujetando suavemente
con dos dedos
la peana de una copa de vino,
en la imaginación de mezclan
diversos pensamientos.

Admiro el color del vino,
que parece entregarme
su cálido sabor.

Me llega el aroma
más o menos intenso,
con el que parece se me dá...

Yo sé, que su esencia no es mía.
Podré calificarle por añadas.
Incluso le impondré nombres
que no guardan relación con él,
llamando blanco,
al dorado de su hermoso aspecto...

Y sin embargo,
el misterio por el que el mosto;
se enmohece, se oxida,
se transforma...
Ese, sé que no me pertenece.
Quedará como un secreto suyo,
en la penumbra
y la quietud sin horas de la bodega...

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