Todos creen que te conocen, Giralda.
¿Pero de verdad es así?
Tu silueta airosa,
con ajimeces cada vez más arriba.
Y casi en lo alto,
donde tu estilo cambia
de alminar esbelto
a cuerpo de campanas,
en su techo de cuatro esquinas,
luce azucenas en cuatro jarras.
Tus ensamblados ladrillos,
sobre tus piedras romanas.
Tus cimientos singulares,
como aguja que en la tierra se hincara.
Y cuando poco a poco,
se va subiendo
por las numeradas rampas,
haces parada breve
sobre los balconcillos, que
vecinos de las alquímicas
gárgolas,
te enseñan varios paisajes
de la ciudad,
de sus jardines,
de sus palacios,
de sus casas,
del río que trazando curvas,
se ve como una faja ancha.
También ves distintos puentes,
aunque la mas bella mirada,
sea,
para el vecino Alcázar:
El de Al-Mutamid
y también el de don Pedro,
ambos, reyes populares,
de los que leyendas hablan...
Una escalera pequeña,
nos lleva hasta el Giraldillo,
que el viento voltea
o la lluvia cala, pero...
pocos te conocen: Giralda,
pues de tanto verte,
te miran de pasada,
como distraidos;
sabiendo que estás allí
y que seguirás estando
cuando nos marchemos...
y ni una vista rápida
pueda ya fijarse ,
en tu airosa planta.
Mañana iré a verte
y de nuevo absorto,
oyendo el bronce y
mirando tu magia,
tras un largo rato,
repetiré bajito, como siempre:
"Tampoco hoy, he llegado a conocerte:
Giralda"
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