Automóviles en el recuerdo II


Fui de aquellos españoles, que en los años 60 del pasado siglo, tuve un Seat 600D. Fue uno de los vehículos más útiles y fáciles de usar que he conocido. Llevaba el motor en la parte trasera y en la delantera, además del depósito de gasolina, un pequeño espacio para colocar algún paquete. Detrás del asiento trasero, se disponía de un sitio para guardar una pequeña maleta. Con él, realicé viajes que hoy se considerarían enormemente largos y penosos, pero entonces, se tenían por cómodos y hasta rápidos. Era gris claro y sus dos únicas puertas de acceso, se abrían hacia adelante, cosa que en las series siguientes se cambió, haciendo más cómoda su apertura.

El mío, tenía un defecto. En verano, se calentaba demasiado el agua de refrigeración y había que parar o llevar un pequeño accesorio que sostenía abierto el capó trasero para crear una mayor salida del aire desde el radiador, logrando en teoría una mejor ventilación. Luego, había que esperar que se enfriara antes de reponer el nivel de agua en el radiador, llenándolo con el motor en marcha, lentamente para que la diferencia de temperatura entre el agua existente y la que agregabas, no fuera demasiado brusca y pudiera rajar el bloque del motor.

En aquella época, era normal, irle adquiriendo pequeños accesorios, que daban al coche una especie de diferencia sobre los demás de la misma clase. Entre los que yo le coloqué, (unos obsequiados y otros comprados): Un aro para el volante, que embellecía su centro y servía para pulsar el claxon. También una radio, que como novedad, era de transistores. Otros, fueron una doble salida niquelada para el tubo de escape, numerosas pegatinas, banderines diversos de los sitios donde pasaba, una chapa de plata con un san Cristobal y una Virgen de una determinada advocación mariana, un cajoncito pequeño, colocado entre los asientos delanteros y que servía para guardar cosas, así como un claxon que sonaba de determinada forma y que aunque no homologado, tampoco estaba prohibido. Lo último que le compré, fue una baca para el techo, apoyada sobre él y fijada mediante unos tornillos extensibles que la sujetaban a los vierteaguas laterales. Ni que decir tiene, que sustituí los neumáticos de fábrica por otros de mas agarre y que hacían ir a 110 Kilómetros a la hora, bastante seguro...para entonces, dado el escaso peso del vehículo.

Esta "maravilla rodante" valía el equivalente a 360 Euros de ahora. Parecerá barato, ¿verdad?, pues representaba el equivalente de mi salario en casi seis meses... Habia otra versión unos 30 Euros más cara, que disponía de un techo de lona corredizo y que te permitía hacerte la idea de lo que era un coche descapotable...Subí y bajé puertos de España, recorrí numerosas provincias y en año y medio que lo tuve, le hice unos 70.000 kilómetros, preocupándome tan solo de hacer los cambios de aceite y filtros aconsejados, repostar gasolina y reponer el agua del radiador. ¡Ah! en este tiempo, hube de colocarle siete u ocho correas de ventilador, que si se tensaban mucho chillaban y si se quedaban flojas, patinaban. El elemental tablero de instrumentos, estaba formado por un Velocímetro que también era cuentakilómetros, un termómetro de agua y un medidor del depósito de combustible. También, una luz intermitente que a la vez emitía un sonido, cuando accionabas los indicadores de giros. No hacía falta más. Era la apuesta de la industria nacional a la incipìente mecanización automovilística del pais. La calidad sencilla del conjunto, daba muy buenos resultados, lo que no quitaba que el que no lo poseía, solía decir de la marca, haciendo juego con sus letras, que significaba: "siempre estarás apretando tornillos". La verdad es que yo, apreté pocos. Después, me hice de un coche de mayores prestaciones, pero siempre recordaré al amable 600D, que a tantos lugares me llevó.

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