Dos torres de Granada


Desde la Plaza Nueva
-uno de los sitios mas fríos
en los inviernos de Granada-
vislumbramos dos torres,
paralelas,
distintas,
de simbología extraña.
Una, de traza musulmana.
La otra, de iglesia cristiana.
La primera; lejana desde aquí.
En lo alto, la de la Vela.
Torre fuerte de vigía
en la atarazana.
Extremo de los cuarteles
que protegían
la belleza incomprensible
de la Alhambra,
con sus patios y sus fuentes,
con sus delicados yesos,
y los verdes imposibles
de laxitud,
para oir la buena música
o la imagen figurada
que inflama al viejo guerrero
al escuchar una qásida...
Y la campana,
anunciadora en tiempos pasados
de los turnos de riego
en la Vega de Granada,
y que sigue con leyendas,
entre las chicas románticas.
La otra torre, aquí abajo,
más próxima,
más cercana,
esbelta y bella en los azulejos
de su segundo cuerpo,
también de planta cuadrada,
besada continuamente
por el frío Darro,
con su vieja costumbre
de arrastrar pepitas auríferas,
mezcladas en el agua,
que se hizo de la nieve
de Sierra Nevada...
Nos muestra el camino
hacia el Albayzín morisco
y sus Cármenes
de ensueño...
y de paredes encaladas.
Con albercas
en los mínimos jardines,
-en realidad,
pequeños universos-
cerrados por bardas,
impenetrables como claustros
bajo siete llaves
de aseguradas cerraduras,
y al estallar la primavera,
por más que los cerquen,
sus cien aromas distintos
romperán la cadena y
escapándose,
llegarán hasta tí,
que no precisarás verlos,
para que sientas
como se te entregan...
Y ya no sabrás cómo vencer el embrujo,
luchando con la molicie
que te aferra y te ata
y para salir de allí...
tendrás que dejar con pena
algún jirón de tu alma...

______________________

No hay comentarios: