Un año más.




De nuevo, caminan
en un rito ancestral
hacia el sol poniente.

Y otro año más,
la simbiosis inexplicable
de personas, enseres,
caballos, bueyes, carretas,
pasa ante mis ojos,
que los ven enfilar esperanzados
un camino que en breves días
les traerá de vuelta,
pero mientras...

La belleza se hace palpable
en mil facetas
y un sentimiento
que cada uno vive de una manera,
se hace presente;
ya sea en un recuerdo,
una esperanza
o una quimera.

Y mientras los días pasan
en un camino diverso,
que te hace estar,
igual empapado al atravesar un río,
o quizá casi deshidratado
entre dunas de arena,
tal vez a la sombra escasa
de pinos piñoneros,
que te envuelven en su olor a resina,
bajo un azul transparente
o en la noche, junto a una fogata
cobijado bajo un manto de estrellas...

Y se van a la marisma
entre ilusiones que se cantan
al ritmo lento de los bueyes
o el caracoleo alegre de los caballos
envuelto en el sueño inalcanzable
de batas de cola
en que es imposible
contar los volantes
que giran y giran
sobre la arena que vibra
paciente y ensoñadoramente
dorada...

Y ahora que se marchan
parece muy lejos el regreso
en este ansia de libertad
colorista y armónico
en su diversidad múltiple
y buscada.

Y un año más,
mirando absorto con los ojos
bien abiertos a la belleza
y la imaginación echando a volar,
deseo buen camino
a los que se van con ilusiones nuevas
a fuerza de viejas,
mientras las imágenes de siempre,
establecen comparaciones
que recicla la memoria
que suelta y sin trabas, vuela...

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