Vendedor de ilusiones.


Al contemplar un puesto callejero
de remedios curativos y especias,
siempre mi mirada trasciende
de los montones simétricos,
coloreados en tonalidades distintas
y rotulados con nombres evocadores...

La magia de los productos,
es mucho mayor de lo entrevisto.

Proliferan las personas que al hilo
de una conversación pausada,
siempre interesante
sobre las cualidades de cada uno,
pasean su mirada evocadora
por los elementos allí expuestos...

Y cuando el vendedor de ilusiones,
recibe en su tenderete a un iluminado -como él-
le habla de rutas portuguesas medievales,
seguidas en mares casi desconocidos
para traer las soñadas especias o los remedios
casi incomprensibles...

Entonces, los prodigios imaginados
se quedan cortos antes los principios
reales o presumidos
de los distintos triturados
con nombres sonoros...

Y ese día, al vendedor de prodigios
le es indiferente si ha vendido o nó
las cantidades necesarias para seguir viviendo,
porque ha encontrado a otro ser humano
que enamorado de la alquimia -como él-
le habla en su mismo idioma...

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