Inesperadamente.


Inesperadamente,
se desplegó ante mí,
con toda su carga de sencilla
ingenuidad,
el país de un abanico
que manteniendo unidas sus varillas
pintadas,
mostraban el destello cegador
de una evocación dormida
pero no olvidada...

Y de improviso me volví a ver
en aquél lugar encantado,
mientras de nuevo contemplaba
una vez más, la Colina Roja
envuelta entre las verdes frondas
y las cumbres del Mulhacén y Veleta,
que respondían
a los últimos resplandores de la tarde,
reflejando su nieve blanca ...

Y volvieron los recuerdos
y me llegaron otra vez,
nítidos y plenamente sentidos:
evocaciones, vivencias, personas...
idas, vividas, pasadas,
algunas tan solo presentidas
otras, quizá solo imaginadas...

Y otra vez, contemplaba marcharse el sol
como si estuviera allí,
buscaba el descanso
que siempre se encuentra al oeste,
quizá por esas luces anaranjadas
que muestran las tardes al irse,
mientras las sombras
poco a poco se alargan...
y al mirarlas, irremediablemente
nos sentimos algo melancólicos
y un poco mayores que éramos esa mañana...

Y otra vez, me veía
en San Nicolás, mirando la Alhambra,
tratando inútilmente de parar el tiempo
y volví a sentirme el yo, que era,
dándome cuenta, que seguía aún,
teniendo preguntas sin respuesta...

Y absorto en la belleza inducida
que estaba viviendo en la cabeza,
no me dí cuenta, cuando
la propietaria del abanico
lo había cerrado, marchándose,
mientras yo, seguía absorto
buscando como siempre,
respuestas en la improvisada vivencia...

________________


2 comentarios:

parkerazul dijo...

El abanico siempre es mágico. Aunque se venda en cualquier sitio.
Los hay maravillosos, y como ese que enseñas, te puede transportar a otros lugares, otros tiempos. En fin recuerdos de cosas que sólo entre unas varillas de madera se pueden guardar.
Pero, como siempre, tiene que haber alguien, como tu, que sepa apreciarlo.
Un saludo

Jaclo dijo...

Saludos para tí, Parkerazul y gracias por tu nieva visita.