A pesar de ello.


La luz, se filtraba
a través de los huecos
de las hojas de las palmeras.

El viento hacía variar
la postura del esqueleto
verde y amarillento
de sus escuálidas hojas.
Y yo, pacientemente
mirando hacia arriba,
sin saber lo que buscaba
exactamente,
sentía que la luz del sol
me irritaba los ojos.

Al poco,
descubrí la razón de mi mirada.

Estaba buscando lo que no veía.
Las palmeras eran estériles.
No tenían dátiles.

Sin embargo,
en una de ellas,
quizá en la rama menos desarrollada,
se posó un gorrioncillo
para dar descanso a sus alas.
Y la vida,
que parecía no querer mostrarse
del todo,
con su diminuta presencia
se afirmaba...
_____________

2 comentarios:

Nerina Thomas dijo...

Qué detalle!!
Descubriste lo bello con tu mirada, que nunca falta.
mis respetos

Jaclo dijo...

Gracias por tu visita.
Saludos