Vibraciones.


Ante la panorámica única y excepcionalmente bella que la imagen nos ofrece, la imaginación se derborda y su contemplación, acaba desordenando cualquier pensamiento y logrando que se entrechoquen nombres de lugares, de personajes, fechas, colores y hasta sonidos muy diversos, porque al fin y al cabo, todo es vibración, desde una nota musical al tono de un verde de árbol o el azul del cielo que no es tal...
Podemos desde esta privilegiada atalaya de san Cristobal en el Albayzin de Granada, admirar la Torre de la Vela, atarazana de las fortificaciones de la Alhambra, en la que una campana, hasta hace poco señalaba los turnos de riego en la feraz Vega granadina. Desplazando la mirada hacia la izquierda, veremos; diversas torres, la mole del Palacio del César Carlos, que por circunstancia no conocida recibe solo en Granada el apelativo de V, cuando en el resto de España, se le aplica el de I, ya que lo que quinto, lo era de Alemania, pero en España era el primero de ese nombre. Más a la izquierda, nos imaginamos los patios encantados, dentro de las torres de Comares, de Embajadores, del Partal, de los Leones, de Daraxa...El Peinador de la Reina y el recuerdo a Irving, las Torres de las Cautivas y sus jardines...
Más hacia la izquierda, el Generalife y sus surtidores sonoros rodeados de rosales y cipreses, mirtos y arrayanes y más lejano aún, los pìcos de Muley Hacén o Mulhacén y Veleta en Sierra Nevada y al llegar aquí, nos acordamos de Zoraya (lucero de la mañana), antes llamada Isabel de Solís, esposa de Muley Hacén, en pugna con Aixá (la Horra), también esposa de aquel y madre de Boabdil, cuyas diferencias, marcaron una época que favoreció la debilidad del Reino de Granada ante los castellanos de Fernando e Isabel.
Y surgen más nombres sonoros y vibrantes: Gomeles, Zegríes, Abencerrajes, El Zagal, Ibn Tibón, Nagrela, Pérez del Pulgar, Fernández de Córdoba y tantos y tantos otros como vivieron allí en un tiempo y espacio ya idos.
Y delante, vemos Cármenes con cipreses verticalizando el paisaje, que baja desde el Albayzin a encontrarse con la pendiente de la Colina Roja, (Al-jambrá) y en la unión de las dos, no vemos pero casi podemos oir el tranquilo discurrir del Darro que trae las aguas frías de la Sierra.
Volvemos a la Torre de la Vela. Al fondo pueden verse unas elevaciones que corresponden a un lugar del camino por el que marchó al exilio el último rey Nazarí. Su nombre es bastante descriptivo: El Suspiro del Moro. ¿Quién no suspiraría de pena, al abandonar aquél paraíso?
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2 comentarios:

Sonia Schmorantz dijo...

Lindo lugar, descrição envolvente, muito bom!
Um abraço

Jaclo dijo...

Gracias, Sonia.
Siempre amable en tus palabras.
Saludos