"El mico". Minicapítulo VI

Don Miguel llevaba varios años haciendo una vida dentro de su Orden, que no le llenaba del todo. Quería hacer más, por los demás. Sin mucho buscarlo, se dió de pronto cuenta donde podría hacerlo. Una mañana, al ir a realizar una visita asistencial, encontró un lugar en la ciudad, menos aún que una barriada, que sin embargo era conocido por todos, dado que era raro el día en que los periódicos no publicasen algo que hubiera ocurrido en aquel nucleo casi carente de todo, que estaba muy densamente poblado. El barrio, no era el foco de delincuencia y marginalidad que se asociaba siempre con su nombre. Era más cosas. Casi todas desagradables y poco positivas, pero en el fondo de la cuestión latía el desamparo y la indiferencia de los poderes públicos por aquella zona, considerada como irredenta en todos los sentidos. Para don Miguel en cambio, existía un trasfondo del que se podrían obtener posibles cambios positivos con un poco de ayuda y comprensión. Él, aportaría sus medios personales así como su inmensa buena voluntad. Todo lo demás, habría que buscarlo donde lo hubiera.
Centró sus ideas dando forma al proyecto y cuando lo tenía perfectamente hilvanado, lo consultó con su Superior, que lo alentó, advirtiéndole también de las muchas dificultades con las que se encontraría. Apoyado y fortalecido, emprendió una serie de contactos con los medios económicos y sociales de su entorno, que respondieron bien inicialmente, si bien a todas luces muy por debajo de las necesidades a cubrir. Él deseaba crear un lugar, que tuviera un centro para reuniones, con una escuela y a ser posible una especie de cooperativa en la que trabajando de alguna manera, los marginados se sintieran otra vez parte integrante de la trama social, logrando unos ingresos por su trabajo, para poder dejar la delincuencia o la mendicidad. Por supuesto, no olvidaba los fines espirituales, que aglutinarían todos los demás que habían motivado la idea, pero que parecía dejar en un segundo término, según opinaron algunos de sus benefactores, a los que cuando le comentaban algo en este sentido, sonriendo solía contestar: "Jesús, antes de predicar el Sermón de la Montaña, dió de comer a la multitud, predicándoles después..."
Trás dos años de su labor en el lugar, solventando dificultades sin cuento y hasta malas voluntades, podía sentir que el proyecto comenzaba a caminar. En la actualidad, había logrado un grupo fuertemente cohesionado, que era un verdadero gérmen de Comunidad Parroquial, centrada en una humilde capilla que había logrado instalar en un cocherón al que se le realizaron unas pequeñas modificaciones. Un Arquitecto amigo, estaba elaborando un Proyecto de Centro Parroquial, con una iglesia alrededor de la cual, existiría una pequeña guardería para los hijos pequeños de quien lo necesitase, una escuela, una biblioteca con un saloncito en el que proyectar películas, dar charlas o conferencias, mantener reuniones, etc. También estaba previsto la creación de varias cooperativas para que las personas sin trabajo -que allí eran la mayoría-, pudieran obtener algunos ingresos. En principio, se había programado crear talleres de: carpintería, fontanería, encuadernación, imprenta y confección, etc. Su imaginación volaba y buscaba ayudas en todas partes. Por el momento ya había un círculo de personas que aportaban lo que podían, bien en trabajo; (Maestros, Monitores de diversas especialidades, Carpinteros y Albañiles), a los que había sabido explicarles el interés común de la idea y que ahora eran los mejores y mas intensos propagadores de la idea, de la que se sentían orgullosos partícipes y estaban tratando de hacer algo bueno, para demostrar de lo que eran capaces. Pero la realidad es que siempre faltaba dinero y que el Padre Miguel ya no sabía a donde acudir para tapar tanto hueco, porque cuando lograba pagar una deuda largo tiempo vencida, aparecían otras a muy cercanas fechas. Todos los habitantes del lugar, participaran de sus ideas o nó, estaban de acuerdo en calificarlo como "un tío legal" y esto para él, era suficiente timbre de gloria. a pesar de que desde hacía dos semanas, le habían detectado un cáncer que avanzaba callado pero certero a su no lejano fin. No tenía temor alguno por su persona. Intuía que no duraría demasiado aunque aún no se le hubiesen manifestado los síntomas que le impidieran trabajar todo lo intensamente que deseaba, pero había días, en que notaba bajo su cerebro -en ese lugar en que le había dicho el oncólogo que lo trataba, era imposible cualquier exploración- como los pequeños invasores iban tomando mas y mejores posiciones para el ataque final. Entonces, se encomendaba a su madre María Auxiliadora y su querido Don Bosco pidiéndole algo mas de tiempo, para quedar el proyecto más avanzado.
A ese lugar y a aquella persona, llegó una mañana "el mico"
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