De pregones y otras voces.

A principios de la segunda mitad del siglo XX, una de las características más diferenciadas en las ciudades españolas, eran las que ofrecían los pregones con que anunciaban sus diversas mercancías los numerosos vendedores de diferentes productos.
Recuerdo algunos de ellos en Sevilla y ahora, muchos años después, observo otros usos y formas de vida menos sencillas, que han hecho pasar al olvido esas muestras de un incipiente marketing.
Aún queda algún vendedor, escapado de la noche de los tiempos, que por las terrazas de los bares sevillanos, sigue ofreciendo ramitos de jazmines a un precio módico, que no compensarían en absoluto el tiempo de recogida de las perfumadas y pequeñas flores.
Por los años cincuenta del pasado siglo, era frecuente oir a quien pregonaba su habilidad como "latero lañador". Provisto de un pequeño recipiente en el que llevaba carbones encendidos, reparaba utensilios de hojalata picados por el uso, con estaño. También, colocaba en recipientes de barro o cerámica basta, lañas de alambres que unían una rotura, volviendo a convertir en usable el rajado lebrillo o tinaja. Hoy, éstos utensilios con lañas, son bastante apreciados por los anticuarios. También arreglaba paraguas, reponiendo las varillas curvadas o rotas.
Otro pregón muy frecuentemente oido, era el de quien ofrecía, utensilios de barro rojo permeable, con el que se construían en los alfares, botijos para refrescar el agua, platos de cerámica basta, etc. Iban acompañados de un burro con unas angarillas en las que llevaban colocados los distintos fabricados. Su pregón: "Botellas y búcaros finos". Procedían de una localidad de Extremadura: Salvatierra de los Barros y con su mercancía, recorrían distancias enormes, estando presentes, en una época en la que se viajaba poco, no solo en Europa sino hasta en América. En tono jocoso, se decía de ellos, que cuando Colón descubrió América, se encontró alli a un botijero...
"Mantillo para maceto", era la voz que se oía de un personaje campesino, que acompañado de un mulo con un serón lleno de tierra fértil de color oscuro, vendía porciones de su tierra, medidas en latas que habían sido de conservas.
"Sillero. Se componen y echan asientos". Decía otro, que cargado con una especie de huso de unos dos metros, llevaba bayunco y enea, para arreglar asientos de sillas que por el uso, habían quedado desfondados.
También pasaba en las mañanas, quien traía en un mulo con banastas tapadas, "Pan de Alcalá" y así lo voceaba.
En las tardes, eran otros los pregones. Se oía a quién pregonaba: "Barquillos de canela". Portaba una especie de cilindro en la que los guardaba, que por uno de sus lados, llevaba una rueda giratoria en la que podías tirar, para obtener varios pagando solo uno, pero lo cierto es que nunca ví que salieran mas de dos y eso con mucha suerte...
Había muchos más, pero no deseo hacer demasiado largo este escrito. Ahora, siguen vendiendo cosas por la calle, pero los pregones que quedan, son distintos y a veces se oyen a través de un altavoz que atruena, para indicar que "ha llegado el tapicero".
Quizá, solo nos resta en la actualidad, la poesía de las tres o cuatro notas características de la sencilla armónica del afilador, que dejó su rueda volteada, que le servía para andar por todos los caminos y ahora utiliza motocicletas o incluso la parte trasera de una furgoneta y que tampoco es de Lugo, como eran los primitivos de la "Terra da chispa", pero sí, discípulos del dios Lug y de su magia céltica.
Ahora tampoco, los niños gritan ni juegan al toro, ni a pídola, ni a la bilarda. Ya no protegen a los perros callejeros, cuando los servicios municipales procedían a capturarlos, ni huyen de los agentes municipales, cuando jugaban a la pelota en la vía pública. Ahora es raro el que no tiene una video-consola o un teléfono móvil y por supuesto no está en la calle. Nuevos tiempos, otras costumbres...¡Necesitábamos tan poco para distraernos...!
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