La gran mentira

Desde siempre había sentido una especial necesidad por conocer la realidad de aquello que todos decían conocer, pero que intuía -cada vez más claramente- que desconocían, fuera de la versión oficial que ,casi por inmensa mayoría, aceptaban. Él, especialmente ahora que sentía como se iba haciendo mayor, dudaba. Consideraba irreal todo lo que se contaba de aquel tema y no le importaba -incluso- que públicamente se supiera, a pesar de saber todos los males que podría acarrearle su disidencia.

Aquella tragedia, situada mucho tiempo atrás, era conocida por todos a través de relatos, y mantenía un terror ciego en lo que había pasado. Habría muy pocos individuos que, contemporáneos con ella, hubieran podido iluminar la realidad de lo que habría sido y él, sin saber por qué, desde siempre pensó que no había sido como todos decían que lo fue. Había hecho numerosas veces la misma pregunta, a cualquiera con el que se cruzara. si representaba una edad avanzada, pero siempre había obtenido la misma respuesta:

--Yo sé lo que tú. No viví aquello.

En muchos sitios ya le conocían y se reían de él. En otros no comprendían que después del trabajo, en vez de dedicarse a descansar, de preocupase por cosas que no le importaban a nadie. Él, sin embargo, pensaba que si aquello pudiera prevenirse, no ocasionaría de nuevo la devastación que causó. Lo tomaban por loco, e incluso le amenazaron con castigos por levantar los ánimos a los demás.

Los más jóvenes creían estar ante un visionario o incluso algo peor, preocupándose por una cosa que no había vuelto a pasar y que, además, nadie había conocido, creyendo quizá que era sólo producto de la imaginación o de los miedos atávicos que se pasaban de generación en generación sin mayor consecuencia.

El relato, de todos conocido, decía que una tarde, cuando más calor hacía y cada uno estaba dedicado a sus trabajos, de repente, empezaron a caer unas gruesas gotas de agua, mucho más grandes que las habituales de la lluvia, de un tamaño que no se habían visto nunca, quedando cuando terminó, a muchos malheridos o muertos. Sin embargo, lo peor estaba por llegar. Se creó un gran desorden y hubo grupos muy numerosos que huían sin saber a donde, atropellando en su huida a otros que pensaban escapar en dirección opuesta... De pronto, llegó una gran ola, que barrió literalmente a todos los que habían quedado vivos... Éste era el relato de “la Gran Catástrofe”, tal como se contaba, pero él, dudaba de que hubiese sido todo de esa manera y sobre todo, que no volviera a repetirse si se cumplían las órdenes de trabajar y no crear disturbios, al haber sido un castigo ordenado por los Poderes Superiores.

A medida que el tiempo iba pasando, era más difícil cada vez encontrar a alguien que hubiera vivido aquella tragedia y que pudiera contarla tal como se desarrolló.

Un día por fin, tuvo la suerte de cruzarse con un transportista que había traído desde muy lejos, una carga de envases para ácido fórmico, que se consideraba materia muy peligrosa y, por ello, había pasado los férreos controles establecidos de pensamiento y palabra a que eran sometidos los foráneos, con relativa facilidad. Ante su pregunta de siempre sobre "la Gran Catástrofe", le informó que en el lugar del que venía, había un iluminado al que todos tomaban por loco, que contaba un extraño relato sobre una gran ola que había logrado evitar, -al estar muy alto- de donde borró casi todo vestigio de vida y que después a la vista de tanta desolación, se fue a vivir al sitio donde ahora estaba...

Nuestro investigador, solicitó permiso en el trabajo y mintiendo sobre el motivo, lo logró después de mucho rogar, uniéndose al transportista que lo escondió entre bultos y depósitos vacíos, para lograr despistar a los retenes de vigilancia. Así emprendió el viaje, al objeto de preguntarle al superviviente de "la Gran Catástrofe" la verdad..

El camino fue penoso, lleno de bajadas y subidas, recodos, riachuelos que vadear, habitantes de otros lugares poco amistosos cuando no hostiles y después de varios días de ruta, llegaron casi agotados a su destino. Dedicaron un día entero a reponerse, en los que la impaciencia no dejaba tranquilo a nuestro héroe, pero logró apaciguarse. Comió suficiente, durmió lo bastante y una vez repuestas las fuerzas, pudo preguntar por fin a quien sabía...

Llegado el momento de ir a visitar al superviviente, el transportista le guió hasta una pequeña gruta, en la que aquél vivía. Cuando se aproximaron lo suficiente, después de ser abrazados ambos a la vez, le preguntaron por "la Gran Catástrofe". Aquel, después de mirar inquieto hacia todos lados, les informó:

--El secreto que durante tanto tiempo lleva envolviendo a lo que todos llaman "la Gran Catástrofe", no es ni más ni menos, que el secreto de "la Gran Mentira". Todo el mundo habla de lo que le dicen que pasó. De generación en generación, hacen que su recuerdo no se olvide, pero es un recuerdo falseado, que no corresponde a la realidad. Inventado para que nadie abandonara definitivamente el lugar donde ocurrió y en el que no puede garantizarse no vuelva a ocurrir, pero que dadas las características de fertilidad del suelo y riqueza en materias aprovechables, económicamente, es totalmente impensable su abandono; puesto que como sabréis, este es el único móvil que importa a los dirigentes, sin considerar en absoluto la seguridad de los que allí viven. A los pocos que entonces sobrevivimos, se nos desterró y fuimos amenazados durante mucho tiempo si comentábamos algo de lo que habíamos pasado. Ahora se nos ha perdido casi la pista. A los pocos que quedamos han optado por tacharnos de visionarios o locos y además, con tanto tiempo ya de adoctrinamiento, el relato real no lo cree nadie. De todas maneras, la realidad, fue muy sencilla y por ello, fácil de que vuelva a producirse.

Aquella tarde -continuó-, hacía calor y yo estaba bastante retirado de los demás. Recuerdo estar picoteando un grano de uva dulcísimo, de una parra que allí había. De pronto, una voz de niña que estaba en el patio:

--Mamá, mamá, ¡que me pican las hormigas!
--No te preocupes, hija, verás que pronto lo arreglo,-contestó la madre-

Al momento, apareció de nuevo la madre con un cubo lleno de agua en la mano y empezó a regar. Cuando los gruesos goterones cayeron con su terrible peso sobre nuestros congéneres, muchos quedaron allí tendidos o muertos sobre el suelo. Unos breves segundos después, más de medio cubo que quedaba de agua fue arrojado violentamente sobre nuestro hormiguero. De los que allí se refugiaban, no quedó nadie vivo. Después, con una tubería de más grosor que trescientos cuerpos de los nuestros, volvió a regar con una fuerza de arrastre increíble.

Yo no guardo rencor hacia aquella mujer. Supongo que de no haber mordido alguno de nuestros compañeros de trabajo a aquella niña rubia, no nos hubiera llegado la furia que acabó con nuestro hormiguero...

Y esta es la verdad. La única verdad, nada de que los Entes Superiores habían castigado la falta de producción de jugos de los pulgones, ni que es porque se produce menos ácido fórmico. Esto son argucias para dominar a las legiones de obreros dóciles por temor al castigo físico, unido al terror atávico que en el común de los vivos genera el fenómeno religioso... Vuelve a tu hormiguero y pregona sin miedo que no son los Poderes Superiores los que ocasionaron aquello por nuestros pecados, sino un gesto de alguien con quien deberemos convivir sin molestar para que no nos elimine y que, por supuesto, le trae sin cuidado nos tengan esclavizados o no nuestros dirigentes.

Cuando volví a mi hormiguero, ya habían llegado rumores de mi falso pretexto para lograr el permiso de trabajo y fui encerrado en su parte más profunda. Debí trabajar mucho y mi ración de comida fue menor de lo habitual. He perdido la cuenta del tiempo que me tuvieron allí. Al salir, me destinaron a otro lugar poco grato también, pero en el que se comía mejor y se trabajaba menos. Una vez repuesto, empecé a difundir mi secreto. Poco tiempo después, me volvieron a encerrar, esta vez ya sin trabajar y en espera de decapitarme por propagar doctrinas altamente perjudiciales y por crear desórdenes en la colonia. Acepto mi destino y sé que alguien tomará el lugar que yo dejo.



Lo anterior, ha sido escrito con dificultades en el envés de una hoja seca, por el miembro trabajador 124.890 de la clase obrero especializado en corte mandibular de detritus y materias resinosas, que ha sido condenado como traidor por el Tribunal de la Racionalidad y la Verdad Objetiva del Hormiguero 235 del sector 1327-A, en un lugar que hasta hace poco fue alegre en la Tierra, que pertenece al Cosmos Civilizado, en el que se sigue quitando la vida por la fuerza por los que disponen de la Libertad y la Justicia en su solo provecho...

Hoy, seis soles desde que entró la estación cálida del tiempo que los humanos miden de otra manera y que llaman año 2008...

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