Consumir es algo más que adquirir.

Cuando hablamos de consumo, se nos plantean diferentes ideas, según la formación, situación, o cualquier otra variante que pueda influir en lo que cada cual estima como necesario o conveniente a sus necesidades. Sin embargo y a pesar de las circunstancias económicas actuales en las que la mayoría de los habitantes del mundo consumista, miran con una cierta preocupación el porvenir a corto plazo, basta con acercarse a las grandes superficies comerciales, para observar a numerosas personas que han asimilado el esparcimiento o el asueto de la tarde de un sábado, con el rito de la visita en familia a estos enormes establecimientos, en los que podemos encontrar productos muy diversos y de las más lejanas procedencias.
En la pirámide de compradores sobre los que escribo, la mayoría pertenece a los asalariados, autónomos y un grupo de profesionales con unos recursos medios. Logicamente, no entran en ella, los indigentes ni por supuesto los que cuentan con enormes posibilidades de decisión y con amplios recursos económicos.
Son muy variadas las motivaciones para comprar; desde la precisión más absoluta, al deseo o el sentimiento profundo de que lo expuesto vale menos de lo que en nuestro interior estaríamos dispuestos a abonar por ello y sin embargo, este precio que nos parece conveniente, no siempre es correcto. Y no lo es, porque un precio que en realidad es muy bajo para nuestra idea, puede representar un componente que no conocemos o que nos negamos a admitir, en el que un productor -por no decir elaborador esclavo- trabaja en unas condiciones no ya precarias, sino inhumanas, pero que logra con sus carencias, que el precio final, sea bajo.
Entonces, el consumo desaforado por una parte -querer siempre tener mas, mientras se pueda- unido al poco análisis del por qué un precio es bajo -cuando lo sea- se une a la preocupación actual por la situación económica mundial, haciendo una mezcla explosiva. Pero independientemente de lo anterior, el consumir por consumir, se frena en el momento en que los recursos de cada uno son menores, (o presentan expectativas de serlo), pero el pensamiento de si es justo comprar lo que tiene un precio mas bajo de lo habitual, ¿nos lo hacemos? ¿Seguiremos consumiendo, pensando tan solo en nosotros? De todas maneras, la solución es más compleja aún y por supuesto traumática. Si se corta el consumo radicalmente, lo que se produce no se consume, y ya no sería necesaria una gran parte de los productores...(ni los que tienen condiciones inhumanas, ni nosotros).

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2 comentarios:

Arantza G. dijo...

Gracias por tu visita y como ves, te dedico mi lectura.
Tienes razón; consumimos en extremo.
Sabrás que una de las cosas que te dice el psicólogo cuando tienes una depresión de caballo es lo siguiente: "Ponte guapa, sal a la calle y cómprate algo bonito o lo primero que se te antoje" Comprenderás que la persona en cuestión sale a la calle y tras mirar dos escaparates se decide entrar y claro, no se compra una sino dos blusas o dos pintauñas o dos...yo que sé. ¿Las necestita verdadermanete para curar su enfermedad?
Por ejem.
Buena tarde y un beso.

Nerina Thomas dijo...

Esto ocurre, cuando se busca afuera lo que hay dentro. Cuando se crece, se aprende, se madura entonces y distingue lo que es verdadero, lo que efímero.
Gracias!!