Los azulejos que revisten el banco
-ahora vacío-
de una plaza de Sevilla, reflejan
belleza, pero además, componen
una sinfonía que puede oir cualquiera
que preste un poco de atención
y deje volar la cabeza...
Independientemente, el lugar en sí
está inmerso en un conjunto
que conforma un entorno mágico
y aquí viene la primera evocación.
A continuación, empezaron a pasar
personajes que dieron en otro tiempo
-cercano o casi difuso ya-
vida, con su presencia en el lugar,
más o menos duradera al rincón...
¿Se sentaron en él,
dejando vagar con ensoñación la mirada?
¿Vivieron como la Susona en su proximidad,
antes incluso de que existiera?
¿Cuantos paseantes, reposaron en él,
mientras retardaban su marcha
en un no querer irse a sus vidas diarias,
mientras el indescriptible aroma
penetrante del azahar inundaba la plaza?
¿Cuantas veces, lo contemplaría Amalio
el enamorado pintor de la Giralda?
¿Cómo sería la última persona
que allí paró unos instantes
y de la que aún se captan unas
fugaces ráfagas de su personal aroma?
Me dijeron un día:
-¿Todo eso piensas ante un banco vacío?
-Nó,-contesté. No es que lo piense
es que el banco me habla...
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