Espera y esperanza, son dos palabras que tienen la misma raiz. En la actualidad parece que nadie quiere esperar y a veces tampoco tiene esperanzas y sin embargo hubo un tiempo no demasiado lejano en años, en que la espera era lo habitual; se esperaban las cartas, se esperaba para hablar por teléfono, porque había la llamada demora -de horas en ocasiones para poder establecer la comunicación- y sin embargo la vida estaba conformada de esa manera.
En la actualidad, la facilidad en las comunicaciones, ha hecho impensable para todos aquellos que no han pasado por aquellas situaciones, que la rapidez para informar de algo, estaba en enviar un llamado telegrama, redactado sin artículos, preposiciones y practicamente como oíamos hablar a los indios en las películas del Oeste americano utilizando el infinitivo, como por ejemplo: "abuela grave, venir pronto".
Hoy, el correo electrónico o la comunicación por teléfono automático o móvil. permiten estar en contacto con quien se desee, practicamente en cualquier lugar del mundo en segundos y sin embargo, ¿cómo puede ser lo mismo un mensaje en el que sólo se emplean las consonantes, que una bella carta de amor, que después de bien pensada, se escribía y se enviaba, dando tiempo a pensar cómo sería recibida y mucho más aún, en la esperada respuesta, si es que la había?
Al pasar por los buzones de correos, que aún conservan los rótulos para que las cartas llegasen a la distribución manual, pre-clasificadas, antes de que mediante los códigos postales, máquinas electrónicas lo hicieran a gran velocidad, he pensado: ¡qué pocas cartas de amor pasarán a través de vosotros..!
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2 comentarios:
El que espera, desespera...
Siempre se está esperando.
Besos
Buenas noches, Arantza:
Ya ves que espera y esperanza...
Saludos.
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