Con frecuencia, paseo temprano
en la mañana por la playa.
Recuerdo nitidamente aquella mañana.
Era miércoles y el tímido sol
de noviembre, templaba el ambiente.
La mar, tranquila, sin viento,
dejaba llegar las pequeñas olas
a la rompiente donde yo estaba,
mirando sin ver apenas el horizonte...
Y la ví llegar con suavidad, deslizándose
sin ruido, dominando la superficie verde
en la que nadaba casi sin moverse...
Temí por ella y le rogué
que se desplazara un poco a la derecha
donde la playa era de arena fina
y no tenía rompiente.
Al momento, una ola un poco más fuerte,
la dejó varada en la playa.
No necesitó hablarme, la miré
y vestido como estaba, la tomé en mis brazos
quedándola donde había agua más profunda...
Me dijo adiós timidamente
y yo, ya nunca pude olvidar a la sirena
que se quedó varada una mañana en la playa
por querer verme...
Y vuelvo un día y otro y al siguiente
y ya no miro al horizonte distraidamente...
Y a veces pienso con tristeza,
si no sería solo una ilusión la mía,
en vez de sentir a la sirena, una vez
en mis brazos, confiadamente....
Y vuelvo y vuelvo a sentarme en las rocas,
pero ella si fue verdad, no vuelve...
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2 comentarios:
Llegué a esta tu casa a devolverte la visita y me gustaron tus escritos. Volveré a visitarte. Un saludo.
Beatrix:
Gracias por tu visita y por tus amables palabras.
Saludos
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