Aquella fotografía
ennmarcada desde antiguo,
con sus tonos desvaídos en
sepia añoso y lejano,
mostraba una juventud ya ida
vestida en tonos oscuros,
con una seriedad terrible
en caras no envejecidas...
Era testimonio fiel
y como un pase de lista
al que nadie respondiera, más que
en un murmullo sin sonido:
Este no está, ese tampoco,
aquél si no estuviera, quizá estuviera mejor...
Y sin embargo, todos estarán allí,
presentes a la memoria que olvida
fijados para siempre, esperando un después
que llegó y ya es ahora...
Por ello, algunos días de otoño,
melancólicos, sin sol, en los que los recuerdos
afloran y duelen más que en otros días,
trato de eludir el sobresalto
que me produce mirar
aquella fotografía...
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2 comentarios:
Precioso, pero sobre todo, la facilidad de expresar algo que yo siento también y no sé cómo decirlo. Hay fotos, que sería mejor no tener. Por lo que duele mirarlas.
Gracias.
Gracias a tí por darle importancia a lo sencillo.
Un saludo
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