Por un momento
creí estar en Verona,
pero nó.
El precioso torreón,
con su balconada en piedradesde el qué
Julieta podría esperar
a Romeo
se presentaba ante mis ojos,
pero nó.
No estaba en Italia,
aunque el lugar,
la luz, la construcción
en piedra,
largamente acariciada
por el sol, el viento y la lluvia
a lo largo de los años,
hacían volar la fantasía.
Pero nó. Me encontraba en uno
de los muchos lugares
ensoñadoresde la encantada Córdoba...
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