Me encontré a mi amigo
el mendigo,
andando por la ardiente calzada,
descalzo.
Le pregunté el por qué
y me contestó
que la noche anterior,
borracho,
se había quedado dormido,
del parque público
en un banco
y en la mañana, al despertarse,
vió que no tenía zapatos...
De inmediato,
metí la mano en el bolsillo
y le dí para unos,
de lona, baratos.
Me sonrió con gratitud
y pensé entonces,
que en el intercambio,
yo había salido ganando...
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