Se menciona
la tormenta,
como negros
nubarrones,
que a veces
estallan
y otras
nos anegan,
pero esas palabras
parece que la
desprecian
y sin embargo,
bella es la tormenta.
El aire se limpia,
las hojas
de los árboles,
después
de ella,
lucen mas verdes,
más brillantes,
mas tersas.
El aroma
es otro
y hasta las coníferas
que parecen
las menos
tiernas,
exhalan su perfume
que te envuelve
y te rodea...
El oxígeno,
partido en su
íntima esencia,
te embriaga
y te entra
por la nariz
que aspira,
deleitándose
cadenciosamente.
Y te sientes ágil
y miras las nubes
que han regado
la tierra
y aunque
sigan siendo negras,
no te son hostiles.
Simplemente,
perdieron potencia
sean hectólitros
o incontables voltios
que casi siempre
impresionan
por su inmensa
fuerza...
Pero estas
iras salvajes,
que no se dejan
manipular,
suelen
ser breves,
pasan
y refrescan
y además...
¡Suelen ser, tan bellas...!
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