"Májica" luz cegadora
que se filtra entre los pinos.
Caminos de costanillas
y aromas de campo limpio.
Descendientes de "Platero",
alegres por los sotillos
y un vientecillo suave
que allí arriba te acaricia,
una vez pasado el Tinto.
-río que al lavar el hierro
se queda color de vino-.
Y subiendo la pendiente
bordeada de eucaliptos,
que parece que allí estaban
el día que el mundo se hizo.
A la izquierda, ves Lucena
y en el frente está Moguer
con su Monasterio ínclito.
Aquel de los viejos arcos,
el del refectorio antiguo.
El de la airosa espadaña
con armoniosos sonidos.
Y en llegando a aquella plaza,
te ves de nuevo, de chico
con la vida por delante
sin definir ilusiones
que se iban abriendo sitio,
levantando día a día
el personal edificio
que luego sería la vida
y el camino de uno mismo.
Son sentimientos que viven
nunca pasando al olvido...
Moguer de fachadas blancas,
de cielo azul, cielo limpio
como dicen que se tiene
el corazón cuando niño.
Y el niño se hace mayor
y al volver por donde ha ido
-con la nostalgia que aporta
el pasado y sus destinos-
piensa para sus adentros:
Señor; entre esta claridad de hoy
y aquella que ya he vivido,
ha habido una larga etapa.
Aquí tienes mi camino,
que la claridad es la misma,
pero...yo, no soy el mismo...
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